Aquellos que hemos tenido la oportunidad de conocer y convivir con familiares que vivieron la posguerra española, seguramente cuando nos sentábamos a la mesa a compartir cualquier alimento con ellos y despreciábamos o desperdiciábamos la comida éramos la diana de algún comentario o invectiva recriminatoria que incluso en algunos casos adoptaba cierto tono apocalíptico que nos ensombrecía el futuro con el posible retorno de aquellos crueles años del hambre posteriores a la guerra civil española. Muchos de nosotros éramos niños en aquel entonces y no llegábamos en aquellos cargos de conciencia a valorar desde los sentimientos más allá de los rostros cariacontecidos de nuestro mayores, pero al cabo de los años algo se nos quedó, diríamos que bastante. Y la pandemia ha venido a recordárnoslo. La situación de confinamiento generada por la pandemia del coronavirus ha potenciado una «cocina de aprovechamiento» en el hogar que ha llevado a reducir el desperdicio alimentario. Como siempre suele pasar en esa esencia empecinada del ser humano que no termina de escarmentar en lomos ajenos, hemos tenido que experimentar cierta situación de precariedad para valorar aquello que tenemos y que en este caso administramos en forma de alimentos. El asunto da para mucho, pues hasta podría formar parte de la educación obligatoria, pero ya hay quien viene luchando, como ellos mismos describen, para inspirar y empoderar a cada persona para tomar medidas contra el desperdicio de alimentos. Se trata del movimiento Too Good To Go. Funciona de manera sencilla: se descarga la app , uno salva su comida favorita a un módico precio y pasa a recogerla. De esta manera, además, se lucha contra esos datos apabullantes: un tercio de la comida que se produce a nivel mundial acaba directamente en la basura. Debemos recoger aquel testigo de nuestros mayores y concienciar contra el desperdicio alimentario. H