AMiguel Bosé debemos que Córdoba no ocupe un lugar de cúspide, con zopenco oropel, en la clasificación nacional del coronavirus. En realidad lo ocupamos moralmente, como diría Ortega, porque somos las cifras y nuestras circunstancias. O quizá en todo este autorretrato de irresponsabilidad importen mucho más las circunstancias que la cifra inmediata, que después siempre llega. Porque si afortunadamente estamos lejos aún del nivel de contagio de otras provincias, Córdoba por ahora progresa adecuadamente, y hasta destaca, en la forma tarada de originarlo. Ya conocemos la cronología reciente de esta exhibición disparatada y torpe, infantil y tontucia: discoteca Babilonia en el centro de Córdoba, fiesta con doscientos tarados en El Viso y ahora brote en Montalbán, porque P aquito El Chocolatero también se baila al son siniestro del covid. Según la Consejería de Salud y Familias, Córdoba registra en estos momentos cinco brotes, que en total suman 198 casos. En estas cifras no se incluyen aún los 89 casos registrados estas últimas dos semanas en Montalbán, al no haberse clarificado el origen, aunque no parece descabellado atribuir el brote a los días de feria y la salida masiva de la gente, que ahora se ha encerrado responsablemente, sí: pero después de haberse lanzado a la calle en tromba, aunque el Ayuntamiento hubiera suspendido todos los actos. Pero es que estamos en eso, en el yo hago lo que me da la gana y los demás me importan un pito, que es la irresponsabilidad máxima que luego se lamenta cuando el lobo ya está raspando la garganta. También hay brotes en La Rambla y algo menos en Montilla, y todo parece deberse a la misma causa: ese movimiento general y centrífugo para salir de casa, porque el calor sofoca y, si el presidente anda de veraneo en Doñana, maravillándose por vídeo-llamada con Fernando Simón y Salvador Illa porque «otra cosa no, pero datos tenemos un montón», cómo vamos ahora a exigirnos responsabilidad a nosotros mismos. Y aquí el sainete es trágico.

Todo esto nos salpica en la cara, pero no es ninguna novedad desde que comenzó un proceso de desescalada en el que la única medida sostenida ha sido el «a ver qué pasa». Quizá por eso ahora Fernando Simón, ese santo laico de la bondad meliflua, nos suelta que «las cosas no van bien. Podría haber muchos muertos más” y se queda tan pancho, cuando el 30 de julio nos estaba diciendo que «si pueden venir segundas olas más adelante, no lo sé, si esto lo es, desde luego, no lo parece. Si lo fuera estaríamos en una situación muy diferente a la que estamos ahora». Pero es que el 13 de agosto, hace apenas una semana, va el tío y nos suelta: «Podemos estar o no ante una segunda ola». Oye, ni Rajoy. Podíamos estar, o no. O sea, que podemos estar ante un Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad que está en las manos de un director de chichinabo, o no. O que Fernando Simón, cuando nos dice que la receta para combatir el coronavirus está en los influencers , que por supuesto pueden hacer mucho entre la población joven, se está reivindicando a sí mismo como lo que es, un epidemiólogo que dejó de serlo para convertirse en un influencer más con su cara en unas camisetas, o no. O que Fernando Simón, por su gestión interesada de lo que sabía o su incapacidad nefasta para darse cuenta de lo que ocurría, es también responsable de las 44.000 muertes que ha habido en España, o no. Todo o no. Así que toda esta gente de Montalbán, de La Rambla, de El Viso o de la discoteca Babilonia, dentro de su tremenda irresponsabilidad, son unos benditos -o no- si los comparamos con san Fernando Simón.

«Las cosas no van bien. Todos vamos a morir», le ha faltado decir. Pero para ese viaje no necesitamos un Centro de Prevención, porque todo eso lo prevenimos solos. Así que en este mundo de tarados, con Fernando Simón a la cabeza -o no- y el presidente Sánchez sesteando en Doñana, mientras le abruma la cantidad de datos que tenemos -con 44.000 muertos mal contados, cómo no se van a tener datos-, lo natural es que Miguel Bosé, que ha cantado himnos para varias generaciones de muertos por el covid, se haya metamorfoseado en el extraterrestre más cantoso que cantante que ha convocado a 3.000 locos en Colón. «Fuera mascarillas» y otros lemas declarativos como «Queremos ser normales, no subnormales», gritaron en Colón. Y así. A lo mejor es que hemos sido muy malos, como diría el gran villano Gru -un gurú, al lado de esta panda- y tenemos lo que nos merecemos. H