Ya está otra vez liada, la gresca municipal digo. Ahora a cuenta de los veladores, que en realidad nunca dejan de ser motivo de discordia en la ciudad, con o sin Covid-19. Ante la ruina que sufre la hostelería cordobesa -parecida a la del resto del país, que la pandemia azota por todos lados-, Hostecor ha solicitado al Ayuntamiento la posibilidad de instalar veladores nada menos que en el entorno de la Mezquita-Catedral, a ver si así se animan los visitantes y vuelve la vida a la zona. Ante la demanda, el equipo de gobierno, deseoso de evitar en lo posible el definitivo hundimiento de un sector acorralado por las crecientes restricciones a las que empuja el coronavirus, parece dispuesto a suavizar la normativa vigente, o sea, las ordenanzas que prohíben cualquier elemento que ensombrezca la visión diáfana y la integridad de la principal joya de nuestro cuatro veces declarado Patrimonio de la Humanidad. Pero la oposición, o más concretamente el PSOE de momento, dice que una medida así -para la que habrá que sopesar la opinión de todos los colectivos afectados- sería un parche, y que lo que hace falta es un plan en toda regla para salvar el ahora desierto casco histórico. Bueno, no del todo desierto, al menos en los días más señalados, cuando el turismo se arriesga a sacudirse la claustrofobia acumulada lanzándose a viajar tímidamente, como ha pasado en el reciente puente de la Virgen de Agosto.

No es que la cifra de turistas haya sido para tirar cohetes en relación con otros años por las mismas fechas -nunca excelentes por el calor-, pero sí mejores que las esperadas, lo que anima a quienes viven de ello a confiar en el potencial turístico de Córdoba incluso en tiempos de pandemia. A eso y a facilitar al máximo la estancia de un visitante que ahora busca ante todo sitios seguros -en el improbable caso de que existan- y no moverse más de lo imprescindible por el lugar de destino. De ahí que, pensarán los de los bares y restaurantes, en vista de que el turista no está por recorrerse la ciudad como venía haciendo con las rutas fernandinas y otros alicientes, bueno será propiciarle mesas y sillas para su relax en el corazón mismo de Córdoba. El mismo espacio cargado de historia y belleza por el que al principio del verano pasearon los Reyes en su periplo del «aquí no ha pasado nada» -que sí, naturalmente que ha pasado y pasa-, y que hemos de cuidar como nuestra niña de los ojos, entre otras muchas razones porque de no hacerlo estaríamos matando la gallina de los huevos de oro.

Incentivación del turismo frente a la gran crisis o protección ortodoxa de un patrimonio no solo propio, sino del mundo. Difícil dilema, de esos que, sea cual sea su salida, nunca contentará a todos. Pero lo que sí está claro es que la Judería, antes masificada artificialmente por la gentrificación y ahora deshabitada al faltar los huéspedes de paso, necesita una revisión urgente y un profundo cambio de estrategia. Los particulares se han dado prisa en hacerlo, pues a falta del inquilino ideal, muchos propietarios de viviendas turísticas las han reconvertido en pisitos de solteros o separados e incluso, cuentan las malas lenguas, en casas de citas. Pero falta la actuación institucional, reclamada repetidamente por la Federación de Asociaciones Vecinales Al Zahara, que alerta de la paulatina degradación social del centro histórico. Le va en ello su identidad y hasta su futuro. Con o sin veladores.