Ha ocurrido un hecho en la realidad española que está siendo silenciado aun significando toda una lección sociológica. Sabido es que para que una opción entre en un parlamento, ha tenido que gozar de muchos votos. Vox es la derecha pura y dura que representa la castiza y cerrada españolidad reclamada por Franco en su último mensaje: «Españoles, permaneced alerta que los enemigos de España están al acecho». Para el dictador, los enemigos de España son los nacionalismos periféricos. Pues bien, resulta que, en la tierra de Franco, o sea, en Galicia, el partido más franquista no logra representación. Pero, sin embargo, en la región más antifranquista que se supone, Euskadi, Vox sí la logra. Sin duda esto exige un profundo análisis que, a mi juicio, debe concluir en que el voto vasco de Vox no tiene nada que ver con ser franquista sino con ser víctima. Y el PNV debe tener claro que estos votantes no son sus enemigos, sino que son una parte del mismo pueblo por el que debe velar. Si el PNV quiere echar a Vox del Parlamento, no lo hará con discursos odiosos sino convenciendo con dulzura y justicia a los vascos votantes de Vox. O sea, haciéndolos suyos y que estos votantes así lo sientan. Pero para hacerlos suyos, el PNV debería preguntarse por qué un partido que tiene buen recuerdo del dictador, tiene sitio en el Parlamento vasco. A lo mejor es porque el PNV lleva cuarenta años insistiendo en un absurdo derecho a la autodeterminación y poco o nada del fundamental derecho a la vida; cientos de días hablando de pactos de legislatura, traspaso de competencias o acercamiento de presos etarras. A nivel político y por tanto también humano, el PNV metió en el zulo del segundo plano el sufrimiento de tantas víctimas, aun siendo como eran mártires de la democracia. Y tampoco el PSOE o Ciudadanos o Podemos han advertido en su real dimensión política todo este sufrimiento. Si cabe, han exigido o discutido mucho más por la memoria histórica de la Guerra Civil que de las masacres etarras. Y el PP también ha tenido periodos de evidente pasividad para con la presencia de las víctimas de ETA, ocupado en sus problemas internos o cambios de imagen para no perder comba. Figúrense ustedes la rabia que deben sentir esas criaturas que perdieron un familiar volado en mil pedazos sin motivo alguno, mientras ven en televisión al PNV seguir hablando impunemente de la autodeterminación de un pueblo que, por otra parte, es el económicamente más privilegiado de la democracia española. Esa rabia es el voto del Vox vasco. Quiten la rabia con política comprensiva pero consecuente y no habrá sitio para ningún extremo. Claro que, con estos políticos de cartón que han perdido la heroicidad por temor a la debacle en las urnas, habrá extremos para años... H