De bien nacidos es ser agradecidos. Este lema no parece hacerse a veces cierto. Y, ya en el vértice final de mi carrera académica, he querido ofrecer aquí un breve testimonio personal y elogio de la figura de quien seguramente ha sido el mejor ministro de Universidades que ha tenido nuestro país, en la época de Felipe González, en la que cada ministro tenía categoría de posible presidente, categoría hoy tan difícil de encontrar en todo el ámbito parlamentario... Lo considero así, desde mi independencia ideológica.

Maravall sacó a la Universidad española del medioevo... Fue artífice de un radical cambio de concepto de nuestra Universidad, hoy vigente aunque lamentablemente en entredicho. Curioso que nadie parece habérselo agradecido, pese a que nuestro trabajo y nuestra felicidad profesionales han dependido de ello.

Conocí la Universidad española en la época franquista. En ella había una pléyade de PNNS o profesores sin trabajo estable, radicalmente supeditados a un grupo muy reducido de catedráticos con un poder omnímodo, que hoy no tienen. Es verdad empero que hubo un selecto e importante grupo de catedráticos de gran prestigio en mi ámbito, y pienso en Manuel Alvar, Fernando Lázaro Carreter y José Manuel Blecua padre, por solo poner unos ejemplos que podrían ampliarse. Aquella fue una generación admirable de filólogos, tanto en España como en el exilio.

Recuerdo que en una importante y multitudinaria reunión con todos los profesores de Madrid, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, se gestó la aprobación de las bases de la Ley de Autonomía Universitaria o Ley de Reforma Universitaria, creo que se llamaba, que era la que proponía el diseño de Maravall. Recuerdo que esta propuesta que se debatió allí acaloradamente, se encontró con la oposición de los miembros del PC y de Comisiones Obreras, que preferían un contrato laboral para los profesores, lo que quizás les ofrecía una posibilidad mayor de control intermediario. Pero finalmente se impuso la propuesta de Maravall, con la aceptación de una gran expansión del número de funcionarios en la Universidad, modelo que aún sigue vigente, afortunadamente.

Debo decir que algo semejante había ocurrido en Estados Unidos con la llamada tenure , que acabó con la politización de la contratación de profesores universitarios, pues en otro tiempo, cuando llegaban los republicanos echaban a los profesores demócratas y viceversa. Ofrecía la tenure una estabilidad que confería la tranquilidad necesaria para desarrollar la docencia e investigación. Esto es lo que de una manera más amplia y hasta hoy creó José María Maravall para nuestro país.

Los profesores universitarios somos así unos auténticos privilegiados por el simple hecho de poder trabajar intensamente en lo que nos apasiona, con la suficiente estabilidad laboral, que debería ser universal. Y quizás se lo debemos a él.

Si tenemos en cuenta que nuestra profesión estaba tantas veces mal pagada en relación a su cualificación y dedicación, la reforma de Maravall dignificó la profesión universitaria. Y sin embargo parece estar amenazada, quizás por el pensamiento que surge de las multinacionales del neoliberalismo radical -que poco tienen de liberales-, que quiere acabar con todo rastro de trabajo estable, y despedir trabajadores aunque haya beneficios, con insaciable avaricia.

Yo creo por el contrario que, no solo en la Universidad, el trabajo debe ser estable: ello redundaría en la felicidad de los pueblos y en el desarrollo de su economía. Aunque este hecho debe conllevar también como contrapartida la exigencia de un aumento de la productividad. Porque, aparte de la depredación ecológica, el concepto neoliberal del trabajo esclavo forma parte de las grandes barbaridades de los inicios del siglo XXI.

Quiero, por tanto, mostrar, en el epígono de mi carrera académica, de modo personal, aunque creo que compartido por la inmensa la mayoría de mis silenciosos colegas, mi público agradecimiento al modelo de universidad que creó José María Maravall, hoy apartado de las luces de la escena pública. Un ministro que dimitió... cuando perdió el favor de los estudiantes (!) Y que nos ha legado una maravillosa estructura universitaria que debemos defender de los embates exteriores e interiores, que buscan su control ideológico, limitando su independencia. H