La historia de Aida Šehovi? comenzó cuando volvió a Bosnia, desde el exilio, y oyó que una mujer que había perdido a su marido en Srebrenica confesaba que lo que más echaba de menos es tenerlo cerca para poder tomar el café. El café turco, suave, casi una infusión, que la tradición dice que debe tomarse en un ‘fildžani’, una taza sin asas que se agarra con las dos manos para sentir más cerca el calor. A partir de aquí, hace 14 años, Šehovi? pensó en una instalación itinerante, con 8.372 tazas en círculo, como un ritual, una evocación del genocidio.

Ahora se han cumplido 25 años de aquel día terrible, de aquella ignominia colosal, de aquella fecha que pasará a la historia de la infamia y de la cobardía de la comunidad internacional ante el hambre de sangre de los verdugos. Las primeras 923 tazas, en el 2006, en Sarajevo, fueron donadas por familiares de las víctimas. Después, el montaje -’¿Por qué no estáis aquí?’- ha recorrido medio mundo, siempre el 11 de julio. Este año ha llegado al cementerio de Potocari. Las han llenado otra vez de café, en una ceremonia colectiva, un arte para la memoria. ¿Por qué no tomáis el café con nosotros? ¿Por qué? H