Cuando Iñaki Urdangarin fue juzgado, los viejos del lugar decían: se ha equivocado; él no es el rey. Llevaban razón, porque el concepto de inviolabilidad que asiste a Juan Carlos, el rey emérito, en la práctica consiste en «el rey puede robar todo lo que quiera, tanto como pueda».

Que si, presuntamente, cobró una comisión ilegal de 100 millones de euros por actuar como intermediario entre un consorcio de empresas españolas y la monarquía árabe para construir el ave de Medina a la Meca; que si «regaló por gratitud y amor» 65 millones a su amiga Corinna; que si sacaba 100.000 euros al mes (en los años de crisis, del 2008 al 2012) de sus cuentas de Suiza para gastos; que si siempre habría cobrado comisiones por la venta de barriles de petróleo, y de ahí la fortuna amasada desde el inicio de su reinado, etcétera.

Las investigaciones que vamos conociendo deberían producirnos vómitos; pero, contrariamente, por ahora, encajamos bien el ladrocinio real supuesto. Como si en nuestro inconsciente general continuara vigente aquello de «la palabra del rey es ley», y la monarquía -disfrazada con el tul de democrática- actuara siempre como absoluta. Con absoluta impunidad.

La Fiscalía del Tribunal Supremo aún sospesa si existen indicios suficientes para abrir una causa contra Juan Carlos; es decir, el padre del Rey por ahora no está siendo investigado en España y sí en Suiza, y la sacrosanta Constitución protege al presunto ladrón real. Mientras tanto, Felipe VI da pasitos para distanciarse de su progenitor. Le quitó la asignación y nos pareció una broma. Dijo que renunciaba en vida a su herencia, y eso no tiene sentido legal. Ahora reflexiona sobre que Juan Carlos deje de vivir en la Zarzuela. ¡Y a nosotros que más nos da donde viva el regio inquilino!

Sabemos bien que el Estado y sus poderes temen poner en tela de juicio a quien fue su jefe. Si actuaran democráticamente, saldrían reforzados. Pero si de lo que se trata es de mantener la manta que cubre sus propias prebendas, miserias y corrupciones, haríamos bien de presionar hasta lo indecible para cazar al elefante.

*Periodista y psicóloga