Nos quedamos muchas veces en las olas que llegan a la orilla, en aquéllas que salpican nuestra vista, ignorando la importancia y calado del mar que las impulsa. Nos atrapa el envoltorio de celofán sin percibir el contenido que envuelve. La política útil y con mayúsculas, debe conocer cuál es el mar de fondo, con sus capacidades y peligros, y servir a las prioridades de los ciudadanos. Por eso, resultan relevantes estudios como el presentado recientemente sobre las prioridades esenciales y las preocupaciones inmediatas de los españoles, a través de miles de encuestas en todo el país, una en diciembre pasado y otra en junio de este año, realizado por el Instituto del Conocimiento Mar de Fondo, creado por el director de Educar es Todo, Leo Farache, el psicólogo Javier Urra y el sociólogo Enrique Domingo.

Entre las conclusiones que dicho estudio ofrece, destacan como prioridades la salud, la economía y los afectos para casi el 80 % de la población. Es evidente que la salud es la mayor riqueza, la unidad de valor sobre la que construimos lo demás. Y la pandemia nos ha puesto en jaque y nos ha hecho apreciar mejor este tesoro. La economía no queda atrás, que como dice el refrán «donde no hay harina todo es mohína», y las cifras del desempleo son más que preocupantes. Si el trabajo nos dignifica, la ausencia obligada del mismo, nos condiciona. Destaca cómo la familia se erige en uno de los pilares de la sociedad española para 3 de cada 4 compatriotas, reconociéndola como centro en la vida de los individuos y solución ante los desajustes sociales acrecentados por la crisis y la precariedad laboral. Si bien, sólo la mitad se encuentra satisfecha con su familia. Y apenas el 27 % de los encuestados se siente muy satisfecho, lo que denota la carga emocional y racional con que la crisis está sacudiendo el modelo de vida que tenemos. Los responsables públicos, agentes sociales y económicos, deberíamos repasarnos la conocida pirámide de Abraham Maslow, propuesta en 1943 en su obra Una teoría sobre la motivación humana , en la que recoge la jerarquía de nuestras necesidades, y sacar conclusiones al respecto, para reorientar el debate público.

Se acrecienta la preocupación por la educación, sobre todo por la educación en valores como la igualdad, el respeto y la responsabilidad para poder desenvolverse en la vida. Aprendemos para trabajar, en el mejor de los casos, pero no para ser felices. El 12 % de la población sufre de soledad obligada, con las severas consecuencias que ello supone. Y también preocupa la desigualdad social fruto de la incertidumbre del momento. Llama la atención que el 67 % de la población, sin seguridad económica ni estabilidad laboral, prefieran no tener hijos, lo que puede abocarnos a un futuro desconocido e inquietante. Si para el 90 %, es muy importante llevar una vida digna, la política y la religión no llegan al 10 % en la importancia de los españoles. Es decir, la gente se aleja de la clase política y de la religión formal, aunque la mitad sí tienen un sentido trascendente de la vida.

Estudios que pueden servirnos de espejo en el que mirarnos estos días veraniegos, pero también de reflexión para repensar otros modelos de sociedad y convivencia, y como hoja de ruta en el debate público sobre nuestras necesidades y prioridades. Las expectativas de fondo que deben ser atendidas, en lugar de tantas disputas artificiales, sobrevenidas y coyunturales, tantas cortinas de humo oportunistas y demagógicas que entretienen, y justifican el sueldo de algunos, pero que no ayudan a crecer como sociedad y como seres humanos. H