Con la «nueva Normalidad», la gente intenta normalizarse con difíciles parámetros. Toda ansiedad, pero no menos heroísmo empresarial entrampado a una extraña etapa que no da ni para cubrir gastos. Pero hay que seguir adelante porque al que es currante nato solo lo hunde la muerte. Mercadillos, tiendas, bares, polígonos industriales, etc. quieren convivir con el virus y a la vez mantener vivo el sistema de libre mercado. En estas, un pub, Babilonia, es elegido por jóvenes para festejar el fin de curso. La nueva normalidad lo permite, respetando aforo. El negocio lo respeta, pero una mala coincidencia viral hace que algunos acudan con el covi en sus alientos. Y de allí salen 30 contagiados. Si los PCR fueran repartidos, estas cosas no pasarían. Pero la Administración, ante su propia negligencia, escurre el bulto por dos vías: criminalizando al empresario imponiéndole una sanción que no hay quien pague y para que nadie vuelva por miedo y a la vez, exigiendo a la asintomática y joven gente, artes adivinatorias de contenido científico que ni los PCR son capaces de pronosticar. Pero es que, además, la opinión de la gente, manipulada por medios afines al poder político, se pone en contra de sus propios paisanos, ya sean jóvenes, empresarios, trabajadores o las tres cosas a la vez. Y no hay debate. Pero vamos, si se organizó el 8M a sabiendas del riesgo para la salud que conllevaba, no pasa nada porque los derechos de la mujer bien merecen ese riesgo. Si cientos de sanitarios se han contagiado porque no tenían lo que había que tener ante una pandemia anunciada, no pasa nada, es que no dio tiempo. Que si miles de muertos han fallecido solitos, no pasa nada que no había otro remedio. Que si en Madrid se clausuró un hospital de campaña con gente aplaudiendo, no pasa nada, que el éxito político hay que venderlo. Si el irrepetible Anguita murió y cientos de cordobeses acudieron a despedir el ataúd, no pasa nada porque la dignidad a su memoria merece el riesgo. ¿Y qué pasa con los contagios aun cumpliendo con la nueva normalidad? ¿Y qué pasa con el derecho a la alegría de la juventud? ¿Y qué pasa con esos valientes empresarios que siguen dando vida económica a nuestra ciudad a riesgo cierto de quebrar? ¿Es que solo se puede ser comprensivo con los errores políticos? Por favor, más equidad, que jóvenes y empresarios han demostrado una responsabilidad admirable en cuatro meses de confinamiento. Si el virus es capaz de derribar los muros de la nueva normalidad, no es culpa de nadie. Así que, en vez de multar al empresario para rematarlo, que nos enseñen a afrontar una situación en la que nadie goza de suficiente experiencia. Pero ni estigmaticen a nuestros jóvenes ni ahoguen a los empresarios.

* Abogado