Algunos piensan que la monarquía es una institución caduca y sin sentido en pleno siglo XXI. La idea de que una persona, por el ser hijo/a «de», se convierta en Jefe del Estado no se sustenta. Sin embargo, esta conclusión decae si se tiene en cuenta el papel que ha desarrollado hasta el momento. España es lo que es, en la actualidad, gracias al trabajo de todos y de quien, en cada momento, ha ostentado su máxima representatividad.

Su papel constitucional es complejo: “El rey reina, pero no gobierna”, pese a que Juan Carlos I la obvió, haciendo posible nuestra actual democracia, en su discurso, con uniforme de militar, en pleno golpe de Estado del 23 de febrero, aunque desde entonces, parafraseando a una famosa novelista, «mucho ha llovido y se ha secado el barro». Todos teníamos su figura como un referente, que se nos ha ido desdibujando por recientes acontecimientos.

El actual monarca ha dejado las cosas claras. Quiere desarrollar su trabajo, sin rémoras anteriores, aunque provengan de su familia. Yo llegaba de Madrid a Málaga y oí su intervención sobre el tema catalán. Mi reflexión, al igual que la de muchos españoles, fue obvia: «Se está jugando la corona». Soy un enamorado de Cataluña y de los catalanes, pero todo tiene un límite. A Don Felipe lo conocí, personalmente, con motivo de la entrega de premios de las Bellas Artes en la Diputación de Córdoba. Lo invité a tomar una copa de vino de Montilla-Moriles en el patio barroco. Tardamos algo más de 20 minutos en poder recorrer el escaso trecho que nos separaba de Rafael Fernández, uno de los venenciadores del Consejo Regulador (titular del oficio que consiste en llenar la copa con un simple movimiento con ese instrumento tan desconocido, para el público en general, como es la venencia). A mitad de camino, tras saludar a todos y hacerse las fotos de rigor, exclamó: «Me dejáis que tome tranquilo una copa con este señor». Descubrí a un hombre que, pese a su altura, es algo tímido, pero sumamente cercano. En definitiva, una foto fija de la generalidad de los españoles de bien, pese a ser su Rey.

En tiempos del covid-19 muchos nos preguntamos: ¿qué le pasa al Rey?, ya que parecía desaparecido en combate. En su intervención televisiva, en plena pandemia, esperábamos un mensaje de optimismo frente a la desgracia, de seguridad ante la adversidad y, porqué no, de reafirmación en ese valor que caracteriza a España: superar todo lo malo que nos pueda ocurrir.

Nadie puede dudar de que trabaja y me remito a las múltiples videoconferencias con mascarilla incluida. Ahora bien, su mensaje no llega, como si una mampara, de esas que están tan de moda por desgracia en estos momentos, se interpusiera entre él y los ciudadanos. Sin duda, a ello ayuda que sectores de la clase política, ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, obvien su figura, tratando de ignorarla. Consideran que es necesario plantear un cambio de modelo constitucional, de la monarquía hacia la república, y como solución a los males que nos acucian.

Ahora bien, una pandemia y una crisis económica como la presente, exigen otro tipo de actuaciones. Aprovechemos que la monarquía es aceptada por la gran mayoría, que nos sirve de nexo de unión entre todos y que es un escaparate magnífico en un entorno globalizado. España necesita de serenidad, buen hacer y, sobre todo, de seguridad. Dejemos al Rey, así como al resto de instituciones constitucionales, que cumplan su misión, y a todos los que afortunadamente podemos trabajar, que lo hagamos de la forma más dura posible. Nuestro país se lo merece.

El peso en el PIB del consumo interno es muy relevante en la economía nacional y requiere de seguridad y confianza. Si todo lo ponemos en solfa y la confrontación se convierte en el único objetivo, difícilmente podremos seguir hacia adelante. Los empresarios, que son los que crean puestos de trabajo, mal que le pese a algunos, requieren de un escenario de certeza, no exento de riegos, que asumen plenamente, y, en este sentido, una Jefatura de Estado, como la prevista en la Constitución, los dota de ello. Tal y como dice un dicho popular, los experimentos únicamente con gaseosa. Ayer, Córdoba disfrutó de su Rey y él supo trasladar y vender su apoyo a nuestro sector turístico. Señor, muchas gracias.

* Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Complutense de Madrid