Los ves por la calle con la mascarilla puesta pero a la altura de la garganta o bien sujeta en el codo. Supongo que lo hacen para ponérsela rápidamente en el rostro si ven aparecer algún policía o se ven rodeados por una turba de gente que se apelotona a su alrededor.

Se encuentran con amigos, con sus parejas, conocidos, familiares y ves cómo se abrazan y se besan sin pudor, con más ganas que nunca, se ríen y hablan entre ellos sin acordarse siquiera de lo del metro y medio de distancia, hasta parecen humanos normales e inteligentes.

Pero no, resulta que son auténticos insensatos, desaprensivos, vándalos, gamberros, incívicos, ilegales, locos, impúdicos, presuntos contagiadores, irresponsables, egoístas, mala gente.

¿Qué es eso de ir por ahí manifestando sus sentimientos y afectos por otras personas, siendo amigables, cariñosos, afectuosos, sociables, simpáticos, expresivos, con don de gentes, comunicándose en público? ¡Es más, algunos hasta se ponen a cantar y a bailar entre ellos, se cogen de la mano o de la cintura!

Pareciera que no supieran que están repletos de un virus con un 0,6% de probabilidad de que les haga enfermar, aunque sea asintomáticamente (sí, porque este virus tiene esa peculiaridad, que puedes enfermar siendo asintomático) y con un 0,03% de que pudiera acabar con tu vida. Como si no nos hubieran dicho ya millones de veces lo importante que es llevar la mascarilla y guardar la distancia si no eres político o futbolista o manifestante (estos pertenecen a otra especie humana distinta que es imposible que se contagien siquiera).

¿Acaso no hemos visto todos morir a enfermos de este virus en medio de la calle tal que zombies mientras íbamos a comprar el pan? Ah, que resulta que no.

¿Acaso no han muerto más gente que los que lo han hecho por la gripe otros años? Ah, que resulta que no, y eso que de la gripe hay vacuna.

¿Acaso no sigue habiendo montones de muertos y contagiados todos los días? y bueno, en Córdoba ni te cuento... Ah, que resulta que no, que hace más de un mes que no muere nadie y no ingresa nadie.

A ver si va a resultar que son personas normales, sociales, que desean poder hacer una vida normal, de verdad y no con una supuesta normalidad impuesta, artificial, absurda y ridícula, la que les sale de forma natural, la que les nace, porque se saben vivos, porque quieren sentir, vivir sus vidas como les plazca, porque en el fondo de su ser saben que no están haciendo daño a nadie, ni nada malo.

No seré yo quien les recrimine por su conducta, regañe, denuncie o les reproche por ello, todo lo contrario, porque por más que se empeñen supuestos expertos o el gobierno, vivir, sentir, amar, abrazar y besar no puede ser insano o ilegal, todo lo contrario.

A ver quién es el valiente que se atreve siquiera a mirarme mal si alguno de mis nietos se me cuelga al cuello, me abraza como un monillo y se pone a besar a su abuela dejándome la cara llena de babas y hasta puede que de mocos. ¿Insano? Insana es la mente del que pretenda evitarlo.

* Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora de ‘Jodidas pero contentas’