El ritmo al que genera titulares el Gobierno de coalición del señor Sánchez es tal que, cuando estás formando opinión, te llega una nueva ocurrencia. Algunas tan graves como el pacto con Bildu para la prórroga del estado de alarma a cambio de la «derogación completa» de la reforma laboral de 2012.

La firma del pacto con Bildu es la enésima prueba de la absoluta ausencia de principios del señor Sánchez. A estas alturas de historia democrática es posible argumentar la formación de un Gobierno de coalición entre un partido que se llamaba socialdemócrata, con los comunistas de Podemos, un partido tan extremista como pueda serlo Vox al otro lado del espectro, ya que ambos partidos tienen tics totalitarios. Lo que no es posible justificar es un pacto con un partido que es la expresión política de ETA, un grupo terrorista activo durante prácticamente toda nuestra democracia. Dicho de otra forma, las tragaderas éticas del señor Sánchez son tan amplias como para que le quepan un pacto con un partido político que, hasta ayer mismo, tenía escuadrones de la muerte. Algo que se justificó, por la portavoz, la señora Montero, echando la culpa al PP, lo que es un insulto a nuestra inteligencia.

Pero siendo el pacto un error político, peor hubiera sido que se llevara a cabo, porque con la derogación de la reforma laboral lo único que hubieran conseguido es más paro y, con él, más desigualdad. No es que la legislación laboral actual, fruto de la reforma, sea buena, que no lo es, nunca lo fue y necesita una reforma en profundidad, pero es que la vuelta a la de 2010 era mucho peor.

La desigualdad de la renta personal se mide por el índice de Gini. No es una medida perfecta de la desigualdad, pero es un buen indicador de lo que pasa, y tenemos datos para España desde los noventa. Como la desigualdad en una economía es fruto de la desigualdad del mercado de trabajo, de la distribución de las rentas patrimoniales y de la distribución de gastos públicos, para saber qué causa la desigualdad y porqué es diferente de la de otros países, hay que estudiar, además de la progresividad del sistema fiscal, cómo funciona el mercado de trabajo, cuánta gente tiene rentas patrimoniales (vivienda en propiedad, empresas y activos patrimoniales) y cómo se distribuye el gasto público.

Pues bien, se puede demostrar que la más determinante de todas estas fuentes es el mercado de trabajo. Y, dentro de él, el paro. Dicho de otro modo: si España tuviera la tasa de paro de Alemania, manteniendo constante todo lo demás, tendríamos un índice de Gini muy similar. Y si tuviéramos una mejor progresividad fiscal estaríamos con la igualdad de Dinamarca. El problema, pues, no son las rentas patrimoniales, obsesión de los podemitas, sino el paro.

Es, pues, el paro y su crecimiento lo que más explica el deterioro del índice de Gini en la crisis, como es la creación de puestos de trabajo lo que más mejora el Gini a partir de 2013. Porque el paro es la variable que más fluctúa con el ciclo económico, porque la estructura de salarios y de las demás rentas son relativamente estables y porque el paro se concentra más en las familias que, a su vez, tienen menores niveles de renta previos. Por eso, la reforma laboral de 2012, lejos de provocar una subida de la desigualdad, lo que hizo fue todo lo contrario, la redujo, a pesar, incluso, de que subió la desigualdad salarial. Y para comprobarlo basta con hacer unas simulaciones en Excel o hacer un simple ejercicio con datos de la EPA. Algo que hacen en clase mis estudiantes de Economía y llegan a conclusiones relevantes.

Pero, claro, para eso hay que saber un poco de macroeconomía moderna y no materialismo histórico del siglo XIX. O tener la humildad de preguntar.

* Profesor de Política Económica

Universidad Loyola Andalucía