Desde el lóbrego y sombrío valle de los estragos y tribulaciones de esta perecedera calamidad del covid19, emerge un firme y seguro sendero de ascenso a la esperanza, que permita alcanzar el horizonte de luz del futuro que los cordobeses deseamos, venciendo y superando este desafío sanitario, social y económico que nos atenaza. Porque, aunque todavía inmersos en la incertidumbre provocada por la desolación y pesadumbre que nos ha abatido, no cabe el desaliento, teniendo siempre presente la eventualidad de esta pandemia, cuya temporalidad quisiéramos fuese lo más transitoria y reducida, a pesar de que en su caso pueda no tener tal brevedad en su desarrollo y consecuencias e incluso pudiese llegar a ser crónica o sistémica.

A la ejemplar lucha de los cordobeses, que con tanta entereza han contenido la enfermedad, se une la tristeza del fallecimiento en soledad de tantos ciudadanos vulnerables y el dolor de los que han perdido a sus seres más queridos, cuyo testimonio nos ha hecho reflexionar; porque si algo ha quedado evidenciado en estos graves y difíciles momentos, ha sido la restitución, quien sabe si solo temporal, de la supremacía de valores humanos y principios éticos, frente a los intereses, a la conveniencia y a la comodidad de esta sociedad.

Ni falaces sectarismos, ni la negligente división e insidiosa demagogia o fanáticas supercherías han impulsado la mejoría y alivio en tan dramática situación, sino que realmente lo ha propiciado a nivel general la labor de amplios y diversos sectores de la sociedad, encabezados por los profesionales de la Sanidad, cuya abnegada labor es reconocida por todos, junto con el apoyo, afecto y sacrificio de las familias cordobesas y la determinación y responsabilidad de los concienciados ciudadanos en general, con su solidario espíritu.

Esta cura colectiva de humildad, como si de un test de ciudadanía se tratase, nos obliga a considerar qué fundamentos sociales y valores colectivos queremos para nuestro futuro, tras la experiencia de una anterior y ruinosa crisis financiera y de la actual de carácter sanitario y económico provocada por la pandemia. La tormenta pasará, porque aunque intensa y devastadora es temporal, y sobrevivirá la Humanidad, pero viviremos en un mundo diferente en el que se acelerarán los procesos, en medio de una peligrosa y grave dicotomía entre el predominio de la seguridad o de la libertad por una parte y del avance o retroceso en el desarrollo de la globalización por otra. No deberíamos permitir desandar la Historia y aceptar una limitación de derechos en beneficio de una supuesta seguridad y salubridad.

De lo que no cabe duda es de que esta parálisis colectiva que ha traído la enfermedad contagiosa puede suponer a medio plazo un cierto cambio y transformación del modelo social, político y económico, en el que convivan junto a un aumento del uso de la tecnología, de las relaciones digitales y de variaciones en la protección de la salud o en la organización de la solidaridad, unas infortunadas, sucesivas e inmediatas crisis generalizadas de carácter sanitario y económico, que de producirse, posiblemente, acelerarán el curso de la Historia, en relación a como estaba de alguna forma previsto hasta ahora.

Una forma de vida diferente, que sin embargo no modificará el espíritu y caracteres esenciales de la sociedad cordobesa. De hecho, aunque este año no podamos celebrar las alegres fiestas de primavera, nuestro Mayo cordobés continúa y va a seguir estando vivo, luminoso y participativo, incluso de forma virtual, en los balcones, patios y jardines de la ciudad, y sobre todo en el corazón de los cordobeses.

* Cronista de la ciudad. Abogado