Con la marca made in Spain se ha expandido por Europa el aplauso de las ocho de la tarde que brotaba desde ventanas y balcones en agradecimiento al personal sanitario, que luego fue extendiéndose a los profesionales esenciales para no naufragar en esta crisis del coronavirus. Ya sea por las lluvias tan necesarias de esta semana, el cansancio de hacer palmas, la interferencia de las caceroladas o por la posibilidad de salir a pasear a partir de las 20 horas, el caso es que el aplauso ha ido languideciendo al atardecer. Tampoco debemos sorprendernos tanto en el país de la desescalada que un día monta un dos de mayo y al día siguiente se echa la siesta. Es lógico, por otra parte, que con el tiempo vayan cesando las palmas, mas no debería debilitarse el recuerdo y el agradecimiento a todos los sanitarios que hicieron posible salvar a más de 144.000 enfermos, los curados al día de hoy, que no fueran más las muertes, siendo ya tantas, y el sacrificio de 50.000 profesiones de la medicina, la enfermería y personal de hospitales que contrajeron la enfermad. Como siempre los elogios, todos merecidos, fueron a veces desmedidos confundiendo la dignidad profesional con la leyenda. Muchas veces ellos mismos lo dijeron: no somos héroes, solo queremos protección para ejercer nuestro trabajo. Desgraciado el país que necesita héroes, dicen que dijo Galileo Galilei cuando para no ser quemado en la hoguera por la Inquisición renegó de la redondez de la tierra que él había revelado. Hubo situaciones peores como cuando algunos profesionales sanitarios encontraron al volver a sus casas el rechazo de sus vecinos, cobardones, que les dejaban recados anónimos debajo de la alfombrilla de la puerta por temor a ser contagiados. De vergüenza nacional. Ahora, al cumplirse los dos meses del primer aplauso espontáneo, surgió el 14 de marzo y fue a las diez de la noche, hoy domingo 17 de mayo nos convocan por redes -no se sabe muy bien quién- al último aplauso general previsto esta tarde para darle un digno final a esta iniciativa tan contagiosa como el covid-19, que por dos meses nos unió a todos los españoles. A grandes y pequeños (en mi calle era una niña la primera que rompía el silencio de tarde) a ricos y pobres, a votantes de izquierdas y de derechas, a monárquicos y republicanos, independentistas y constitucionalistas, catalanes y andaluces, todos y todas, autónomos y asalariados, a vecinos conocidos y a los que cuya existencia ignorábamos. Esa unión de las dos Españas de Machado, de los dos bandos irreconciliables de aquella guerra interminable, todos los días durante cinco minutos ha durado dos meses. Dos meses. Para el pueblo español quizás sea éste un lujo excesivo.

* Periodista