Desde la singular perspectiva que me ofrece esta peculiar atalaya que es mi trabajo como oncólogo médico, en contacto permanente con situaciones de crisis, no dejan de asombrarme los mecanismos que, de manera más o menos natural, ponen en marcha los pacientes con cáncer para superar la peor de las crisis: aquélla que pone en riesgo todo lo que tienen, incluida la vida.

Ante la perplejidad de lo ocurrido en este tiempo pasado, en el que medio mundo se confina en casa ante una amenaza real, descubro a una emoción humana, como auténtica protagonista del momento: el miedo, que me evoca un escenario que me resulta muy familiar, el del momento de la información de un diagnóstico como el cáncer que de igual manera con frecuencia aísla, confina y atemoriza.

Permitidme, pues, la osadía de invadir vuestra intimidad confinada, que es una auténtica revolución de nuestro mundo interior, para aportar desde mi experiencia algunas pistas que nos pueden ayudar a superar esta nueva crisis que a más de sanitaria y económica, tiene en mi opinión una raíz psicológica mucho más profunda y que puede limitar nuestra salida pronta y exitosa: el miedo.

Lo primero, saber. Desde un primer momento y a lo largo de todo el proceso, la información es fundamental. Ésta debe ser veraz, ágil y adaptada al entendimiento, así como a las circunstancias cambiantes. Debemos evitar en todo momento darla desenfocada, por tanto, no debe ser en sí misma la protagonista, a expensas de titulares sensacionalistas o una sobredosificación tóxica. Obviaremos emplear un lenguaje cargado de subjetividad y emociones que generan desconfianza. Sólo la ciencia y las evidencias deben ser el soporte de nuestra información. Por tanto, es información inútil y muy perniciosa, en estas circunstancias de crisis, aquélla basada en una opinión, una posibilidad o en una incertidumbre; «Es posible que su tumor disemine a la cabeza» o «es posible una segunda ola de covid en el mes de agosto».

En segundo lugar, conocer qué se puede hacer. Es muy frecuente observar cómo los pacientes toman parte de manera activa y responsable de las medidas planteadas. En muchas ocasiones se sienten parte imprescindible del remedio o la solución definitiva. Confiados, no se cuestionan en la mayoría de las ocasiones la eficacia del tratamiento propuesto; sin embargo, se convierten en principal evaluador interesado de la utilidad del mismo. Por tanto, la estrategia terapéutica o las medidas a tomar han de ser muy bien explicadas haciendo hincapié en las limitaciones, posibles beneficios y perjuicios, dando detalle de los criterios que vamos a seguir para conocer la eficacia de la medidas adoptadas. Cuando esto se hace bien, despertamos en el paciente la confianza, herramienta clave para su participación activa y para la consecución del objetivo propuesto. Tienen un recorrido muy corto estrategias mal explicadas, mal evaluadas en su eficacia o basadas en la imposición.

Sinceramente creo que estamos ya en disposición de salir de esta crisis, pero sólo lo haremos realmente si superamos el miedo. En estos días, los pacientes con cáncer lo han hecho y de qué manera… Como remedio a mi propio miedo al contagio en consulta, he encontrado su valentía acudiendo al tratamiento que consideran la solución necesaria para salir de su otra crisis. Para ellos era igualmente real la existencia del peligro de contagio. Su valentía no se ha sustentado en la temeridad o la imprudencia. Una vez más ha sorprendido su serenidad activa alentada por información y una alta dosis de ilusión en la solución o el control de «su crisis», bien interpretada en su sentido etimológico griego como decisión, oportunidad de elección...

En esta crisis/oportunidad, de igual manera, ha llegado el momento de vencer el miedo con ilusión, valentía y sin temeridad. Lo lograremos sólo si levantamos la mirada y de manera serena y corresponsable encontramos la misma salida que ellos, mis pacientes, encuentran: engancharse a la vida.

*Médico