Nacido en Guadalcázar (Córdoba), en 1941, Manuel Fraijó Nieto es uno de los teólogos y filósofos de la religión más destacados de este último medio siglo. Durante décadas ha compaginado su labor creadora -vertida en numerosos libros y publicaciones- con la docente, tarea esta última que ha ejercido en diversas universidades públicas y privadas, españolas e hispanoamericanas, así como en otros foros no universitarios. Uno de estos ha sido la fundación Politeia, creada en 1969 por Jorgina Gil-Delgado de Satrústegi, y en la cual, junto a otros intelectuales de la talla de Julián Marías o Fernando Savater, ha pronunciado numerosas conferencias sobre materia teológica y filosófica. El libro del que doy cuenta en esta breve reseña, Semblanzas de grandes pensadores (Editorial Trotta, 2020) recoge diez y nueve de las conferencias impartidas en dicha fundación, así como tres más que han sido dictadas en otras sedes.

La modestia del autor, sello característico de la casa, se manifiesta desde el título mismo del libro. El diccionario de la Real Academia define el término «semblanza» como «retrato o bosquejo biográfico de una persona». Es cierto que estas conferen-cias arrancan siempre con unas notas biográficas sobre la figura que se aborda en cada una de ellas; apuntes que, en muchos casos, acompañan al resto del texto en un evocador contrapunto. Pero, por supuesto, estas «semblanzas» van mucho más allá de los límites que fija el DRAE. Con una capacidad de síntesis solo al alcance de quien se halla enteramente familiarizado con la materia, Fraijó comprime en pocas páginas el núcleo esencial que define el pensamiento de cada autor. Y ello en un lenguaje tan sencillo y con una argumentación tan didáctica -aquí el docente y el pensador van unidos de la mano- que crea en el lector la ilusión de que comprender a Leibniz o a Wittgenstein no resulta, después de todo, ninguna tarea formidable. Por supuesto que lo es, pero Fraijó nos ha abierto una senda que hace que todo parezca mucho más fácil.

Pero Fraijó no sería Fraijó si en cada una de estas piezas no asomara el «asun-to» que a él mismo le identifica como teólogo/filósofo: una reflexión tenaz, obstinada, casi obsesiva, acerca del hecho religioso. Advierte el autor en el Prólogo que no fue él quien escogió la nómina de filósofos que aparecen en este libro, sino que estos fueron algunos de los que «le tocó» desarrollar en el curso de las conferencias. No niego que esto fuera así, pero creo que si la elección hubiera corrido de su cuenta, la lista de autores seleccionados no habría variado mucho. Y es que la mayor parte de ellos se hallan estrechamente vinculados al tema religioso. Algunos por ser fundadores de religiones o de movimientos religiosos (Confucio, Lao-Tse, Lutero), o bien reputados teólogos (Schleiermacher, Rahner); otros, por su condición de críticos apasionados de la religión: Feuerbach, Nietzsche; otros, por las resonancias espirituales que a menudo emanan de su pensamiento: Spinoza, cierto Wittgenstein, cierto Benjamin; otros, en fin, porque en sus reflexiones jugó la religión un papel destacado: Pascal, Leibniz, Kierkegaard... Es de destacar que todos los autores contemporáneos que se abordan en el libro pertenecen a lo que ha venido en llamarse «filosofía continental». La «filosofía anglosajona» solo aparece como referencia polémica en algunas de las semblanzas, lo que dice también mucho de la formación y del pensamiento del propio Fraijó.

Recuerda el autor el origen oral de estos textos, así como la paciente elaboración a la que hubo de someterlos hasta lograr dar al conjunto su forma definitiva de obra escrita. Sin embargo, hay un rasgo de su diseño original que asoma, travieso, entre sus páginas. Me refiero a algo que no suele verse asociado a la empresa filosófica: la amenidad, la frescura; dichas cualidades resuenan en todo el libro como un eco (necesariamente amortiguado por los requerimientos que impone la palabra escrita) del verbo amable con el que el autor hubo de ganarse, estoy seguro, a su auditorio primero. Nos encontramos, pues, ante una colección de miniaturas que muchos lectores no necesariamente devotos del pensamiento abstracto harían bien en tener en su biblioteca. Y ello en unos tiempos grises en los que apenas hay ya lectores ni bibliotecas, y en los que la filosofía apenas sobrevive si no es en esa forma bastarda que representan los «manuales de autoayuda», donde en lugar del «arte de vivir» defendido por el autor encontramos tan solo un montón de frases manidas que no dicen nada.

Propuestas como la de estos ensayos-conferencias, asequibles para el público generalista pero no exentos de rigor, son un ejemplo vivo de cómo puede preservarse esa tradición que nos constituye como humanos. Me refiero a la verdadera filosofía, a cuyo rescate acude Fraijó con un libro que todos deberían conocer y apreciar.

* Catedrático