Mi abuela Paz estaba sola en casa cuando se cayó en el cuarto de baño y se rompió la cadera. Todo el vecindario escuchaba sus gritos de dolor, pero mi padre estaba de viaje y mi madre, trabajando. Entonces gateó hasta su cuarto para pulsar el botón de Teleasistencia, se tumbó en el suelo, en el hueco que hay entre su cama y el armario, y tiró del edredón para echárselo por encima y que así no le diera frío. Dice que procuró retirar la cabeza de la puerta para que pudieran abrirla. Esperó.

Pasó diez días en el hospital. Al tercero empecé a apuntar lo que decía: ¿Por qué soy tan feliz? El sufrimiento hay que aprovecharlo. Si uno no puede sufrir con alegría, tiene que hacerlo con paciencia. Está una muriéndose y atina a hablar. Las tinieblas se han ido y ha quedado la luz. ¿Y a mí qué es lo que no me gusta? Señor, por qué me exiges tanto; así tienes tan poquillos. La vida no es nada más que trucos. Esto no ha sido una operación, ha sido una reflexión. Me estoy conociendo ahora. Lo más insignificante me gusta. Si esto no lo aprovechara, sería tonta. ¡Mira cómo muevo la pierna! Lo mismo que se contagian los resfriados, se contagia el cariño.

Abuela, ¿de dónde sacas las fuerzas? Sin darme cuenta. Yo vivo y siento la vida.

A los 94 años se quedó ciega. Este es mi nuevo trabajo.

De un día para otro, tuvo que dejar de leer, de coser, de escribir y de llamarle la atención a sus compañeras de mesa que se dejaban comida en el plato. Nunca se quejó, jamás protestó. Estábamos nosotros peor que ella. Ahora no sabe por lo que estamos pasando, no sospecha por qué llevamos dos meses sin ir a verla a la residencia o por qué ya no recibe llamadas diarias a las seis de la tarde. Yo le digo que estoy de exámenes porque es imposible que entienda qué es el coronavirus. Creo que si fuera consciente de todo, respondería con las mismas frases de aquellos días en el hospital; repetiría, sin duda, que somos tontos si esto no lo aprovecháramos de alguna manera. A todo le ve algo positivo.

Sigo sin comprender de dónde saca las fuerzas y el ánimo. No le pesan los días, pese a que no puede hacer nada.