Señores, si alguien tiene la intención de volver a empezar, este es el momento. Ya no nos llamamos ni nos mandamos mensajes con nuestros amigos tres o cuatro veces al día como hacíamos al principio. Hemos dejado de ver las noticias, la actualidad somos nosotros, ¿qué más nos pueden contar? Hemos limitado las salidas a la calle a una vez al día y en soledad. Nos despertamos por la mañana con todo el día por delante. A nuestro alrededor se ha hecho el silencio, se ha limpiado el aire.

Ayer, por primera vez (y hace más de siete años que vivo en mi piso actual) me molestó el zumbido de la nevera y sentí no solo alivio, sino auténtica felicidad cuando se detuvo. Hemos tenido la oportunidad de pasar un mes conviviendo día a día con nuestros hijos sin estar realmente de vacaciones, se han creado rutinas y juegos nuevos.

Después de 20 años practicando yoga, he aprendido a hacer bien una postura que pensaba que hacía perfectamente. He vuelto a aprender a caminar, se camina distinto cuando caminas solo por una calle desierta. Hemos hecho, nos han obligado a hacer, ‘tabula rasa’. Y a pesar del horror absoluto de la muerte, nos han dado una oportunidad única: volver a empezar.

Cuando volvamos a la vida normal tendremos un margen pequeño pero esencial para decidir lo que queremos ser -a quién queremos tratar, dónde queremos ir- antes de que la cotidianidad y los hábitos se vuelvan a instalar. No lo malgastemos. Durante unos pocos días seremos libres. Podremos dejar nuestra vida con pocos muebles, tal y como está ahora, o volver a llenarla como si fuese un trastero. Ojalá elijamos con cuidado la primera persona a la que queremos ver, el primer restaurante, la primera calle. Ojalá no nos lancemos al exterior con hambre y desespero sino con delicadeza y curiosidad. Que el primer pie que pongamos en la calle sea como el paso que da Wendy en el vacío cuando Peter Pan desde el alfeizar de la ventana le tiende la mano, un segundo antes de darse cuenta de que puede volar.

* Escritora