El covid-19 ataca a las personas, las enferma y, en algunos casos, las mata. Y contra él, en ausencia de una vacuna, y puesto que tiene una alta tasa de contagio solo cabe una medicina: el confinamiento. Un confinamiento que tiene como efecto secundario la práctica paralización de la vida social, lo que ataca al cuerpo económico de una sociedad, enferma a las empresas y, en algunos casos, las puede hacer desaparecer. Mientras no tengamos vacuna, el covid-19 no sólo es una amenaza para nuestras vidas, es también una amenaza para nuestro bienestar, porque va a provocar una crisis económica.

La crisis del coronavirus, como se terminará llamando el ciclo que ahora iniciamos, es una crisis económica que será tanto menos profunda y duradera cuanto más contundentes y rápidas sean las medidas que se tomen para atajarla. Medidas que han de ser tanto de demanda como de oferta, es decir, tanto a mantener las rentas de las familias, como a mantener vivas las empresas.

Por el lado de la demanda, el Gobierno del señor Sánchez ha tomado medidas, en los decretos de los pasados días 17 y 31 de marzo, en la dirección correcta, al regular el aplazamiento de los pagos de vivienda (alquiler e hipotecas), préstamos y suministros de la familia a la que le afecte la situación (caída de ingresos por autónomos, por ERTE, por paro, etc.), porque con ello alivia, temporalmente, su situación de liquidez. Supongo que están preparando medidas más contundentes de ayudas directas a las familias más vulnerables, porque con lo regulado solo se consigue ganar tiempo, no inyectar renta a las familias.

Más se ha actuado por el lado de la oferta, especialmente para las pymes y autónomos, pues se han modificado las condiciones para los ERTE (lo que reduce los costes de personal de las empresas) y se han regulado unas vacaciones «semi-obligatorias», se han puesto a disposición del Sistema Financiero avales por valor de hasta 100.000 millones para el aplazamiento de los pagos de préstamos, se puede solicitar el aplazamiento del pago de algunos impuestos, etc. Medidas que también en la dirección correcta, pero que también espero que sean solo las de urgencia, pues si se quedan en esto, en seis meses perdemos 150 mil o 200 mil empresas, además de reducciones de plantilla en las empresas medianas y grandes, lo que nos costaría casi un millón de empleos. Y, entonces, sí que tenemos una verdadera crisis y no una caída temporal de la actividad.

Pero las medidas tomadas, muchas de ellas en la dirección correcta, son medidas improvisadas, sin una coherencia sistemática, tomadas al paso de la situación, sin contundencia. Si realmente el Gobierno del señor Sánchez quiere evitar la crisis que se nos avecina tendrá que concitar un apoyo amplio para tocar los impuestos, reducir las contribuciones sociales a las empresas que mantengan el empleo, arbitrar medidas de financiación a muy largo plazo para sectores muy afectados (turismo, transporte, comercio no esencial), etc.

Todo ello nos generará, necesariamente, un fuerte déficit público. Un déficit superior al 10-12% del PIB, pues al 3% que arrastramos de presupuestación, hay que sumar ahora 3% por la menor actividad de un trimestre y medio (caída de IVA, Cotizaciones, impuestos especiales, retenciones IRPF, etc.) y otro tanto por las expansiones de gasto que se hagan (prestaciones por desempleo, bonificaciones, aplazamientos, gasto sanitario, etc). Un déficit público que engrosará nuestra deuda pública y, necesariamente, exterior, porque este año la balanza de pagos será negativa por la caída del turismo, por lo que tendremos que buscar financiación en los mercados europeos.

Una financiación que ha de llegar deprisa, porque la generación de liquidez en nuestra economía está parada y más ahora que no vamos a tener las transferencias netas que el verano turístico nos aporta.

No son tiempos fáciles, pues el coronavirus ha venido a señalar las debilidades que realmente tiene nuestra economía. Pero estoy seguro de que lo superaremos.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía