La vida nos lo ha puesto difícil. No me cuenten nada que ya lo sabemos todo. Después de cierta edad esto nos ha cogido con las defensas bajas. A traición.

Viene al pelo la frase de «han pasado tres veranos y mil años» del personaje de Michael Caine, el suboficial Peachy Carnehan, en la magnífica película de John Huston El hombre que pudo reinar (1975). Qué cuesta arriba se nos hace a veces ser felices. Es verdad que estamos en una flamante primavera, el vaivén de la vida, que son nuevas experiencias, que las glicinias y el azahar están en crisis...; pero nos han sacado de nuestra burbuja, de nuestra zona de confort. Y además sin consideración alguna, a empellones, a codazos.

¿Quién nos lo iba a decir?

Habrá que echar mano de nuestros mejores y más elevados pensamientos y reflexionar sobre cómo los efectos que la globalización económica, cultural, política, social e incluso moral han incidido en nuestras vidas personales y en nuestra historia colectiva. Habrá también que echar mano de nuestras más comprometidas actuaciones. Quizás necesitemos humanizarnos para defender con más ahínco, con más convicción, y ante tanta tragedia, que nos proporcionemos unos a otros una existencia de mayor respeto y de más dignidad. Hacernos más felices unos a otros, hacernos más fácil el trayecto de vida en el que nos ha tocado convivir.

Ha sido todo tan convulso, tan absurdo, que parece pueril pensar en otros temas. Porque no se encuentra cobijo fácilmente en ideas que antes nos consolaban. Porque nuestras energías se han diluido entre recuerdos de playas o montañas y veranos despreocupados. Porque nos quedan muy lejos esas tardes tranquilas y hogareñas sin que el frío ni la lluvia nos tocaran. Porque ahora parece inverosímil el tiempo dedicado a buscar un silencio casi monástico, en lecturas o paseos desocupados, en admirar la belleza y el arte o disfrutar de la música, que siempre han sido refugio seguro.

¿Quién nos lo iba a decir?

Miro a los lados, en mis recuerdos, y busco amparo en la letra «Si la vieras con mis ojos» de la película Cabaret:

«Verás, amor/ si la vieras con mis ojos/ Verías pasión/ la verías de otro modo/ con los ojos del amor.

Tú verías mucho más/ de lo que hay a simple vista».

Creo que se comprende que, para el tema que nos ocupa, ella es la vida, a la que se puede mirar con otros ojos, sin ponernos demasiado exquisitos a estas alturas, pero sí para ser exigentes en esta hora de revitalizar una sociedad supuestamente evolucionada y entregarnos a ella en libertad y en justicia. Solo así entiendo yo que estos mil años se escaparan como un suspiro.

Habrá que buscar tiempo para crear vínculos. Habrá que rebuscar para crear primaveras.

Si tienen un rato, qué ironía, escuchen y vean, a Mercedes Sosa, les pongo el enlace, y su maravillosa voz, Cambia, todo cambia. Quizás durante poco más de 4 minutos puedan vivir con menos miedo y más esperanza en este nuestro pequeño planeta. (https://www.youtube.com/watch?v=7HLL0S52Qtg).

* Docente jubilada