Tuve la oportunidad de preguntarle recientemente a Francisco Gómez Sanmiguel, presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba, sobre la posibilidad que se baraja de celebrar desfiles procesionales en otoño, una vez pase la pandemia, o algún tipo de gran acto de acción de gracias cofrade. «No quiero, no puedo entrar en esa cuestión ahora. ¡Por Dios! Hay gente que se está quedando sin trabajo, muchas personas que están solas confinadas... Está muriendo gente, ¡muriendo! ¿Que habrá tiempo de ver qué se hace? Pues sí, pero ahora no puedo contestar». Fue tan clarividente la respuesta que tuve que reconocer la falta de empatía de mi frívola pregunta, por mucho que en cierta forma tomar distancia del problema, para ir más allá, sea parte de una aceptable deformación profesional del periodista.

Pero es que se nos olvida a veces lo básico: hay gente muriendo. Y mucha. Y más gente aún sufriendo de las más diversas formas. Digo esto porque me encantaría en estos momentos de crisis sanitaria tomarme con humor algunas situaciones, que también sería algo necesario para mantener alta la moral en el encierro, pero lo máximo a lo que me aproximo es a decir que encantan los bulos.

Porque entre gabinetes de expertos malintencionados, guerra de desinformación de las potencias mundiales (sobre todo en citas electorales) y mucha gente cabestra, la cantidad de bulos ya era impresionante. Algunos cifran en que una de cada tres mensajes virales de los últimos años se basaban en una información falsa. Pero ahora, con todo el tiempo del mundo y mucha mala leche por el aislamiento, esto más que ir de bulo en bulo es una «bulería» continua.

Y sin embargo, como he dicho y si me permiten la ironía, me encantan estas informaciones falsas por lo burdas y risibles que resultan y porque casi todas me las tomo como un reto para calibrar mi sentido común: que la manzanilla tiene interferón y el virus no te hace nada a golpe de infusiones, que los chinos han esparcido el virus para vender mascarillas (como si no hubieran perdido mil veces más al frenarse su exportaciones a España con el parón económico que sufrimos), que China es la causante de la pandemia en una gran conspiración (supongo entonces que en Corea han frenado la enfermedad solo porque también tienen ojos rasgados), que... En fin: «De lo que escuches nada uses y de lo que veas, la mitad te creas», dice el sabio refrán popular.

Mucho menos gracia hace la información oficial y contrastada, salvo cuando se habla de los casos de solidaridad que proliferan entre la gente buena, porque pese a ser más necesaria que nunca en estos tiempos la verdad, las noticias auténticas son abrumadoras incluso para el espíritu más templado. Especialmente me hace poca gracia la información, por muy veraz que sea, de líderes mundiales que en sí mismos son un bulo andante. Serán responsables de que la pandemia dure mucho más tiempo en sus países y por tanto, en nuestro planeta. Lo de Trump, Bolsonaro o López Obrador es de una irresponsabilidad rayana en algún tipo de delito contra la humanidad. La falta de solidaridad de los países del norte de la Europa... también. Esta crisis va a ser la tumba de la Unión Europea.

Bien mirado, hay poco humor en lo que he dicho. Pero es que el ánimo llega a donde llega y no anda ya el cuerpo muy católico. Ni siquiera para bulerías.