La peste del coronavirus nos ha traído, además de un gran dolor de cabeza y un quebranto económico colosal, una verborrea irrefrenable. A los miles de wasaps, memes y bulos que circulan por internet y nos hacen perder tantísimo tiempo que podríamos aprovechar, por ejemplo, para leer algo serio sobre el problema, se suman los predicadores de la tele -se añaden hasta los vocingleros del corazón- y la afición de los políticos a las ruedas de prensa para decir poco y hablar mucho. Mirar en derredor o escuchar el telediario encoge los ombligos y suelta el esfínter, de ahí esa obsesión insana por el papel higiénico. Comparece el presidente del Gobierno, los vicepresidentes, con la excepción de Carmen Calvo -retirada estratégicamente por si pringa Sánchez- y los ministros que van alternándose. Incluso al ministro astronauta han sacado junto al que fuera alcalde de un pueblo del Vallés, hoy ministro de Sanidad. Se creen lo que no son: expresivo, Sánchez; inteligente, Yolanda; agresivo, Ábalos; el Che, Iglesias. Largando siguen los presidentes autonómicos, los vicepresidentes autonómicos, los consejeros, los delegados del gobierno, los subdelegados del gobierno, los alcaldes y el quinteto del medio día con el buen Simón dirigiendo, cada día más lánguido, cada día más revocado en sus predicciones. Empezando porque esto iba a ser cosa de unos cuantos casos. Luego su oposición a la cancelación del Congreso mundial del móvil de Barcelona, suspensión contra la que se posicionaron todos los que hoy tienen que arreglar este naufragio, desde el Gobierno a la alcaldesa de Barcelona y el empresariado catalán, y más tarde autorizando públicamente a su hijo para que fuera a la manifestación del 8M. No invento nada, todo está en Google. Al buen Simón lo han rebasado los datos pero sigue comandando el comité de crisis, poniendo tiritas a la grieta abierta en la atención sanitaria, que no llegan ni con manos ni medios a todos los enfermos que reciben a diario. Todos los días el quinteto da su concierto a la hora del vermuth, una perorata donde se recuentan infectados, vivos y muertos, y los mandos de las distintas fuerzas armadas, con verbo bélico, dan cuenta de operaciones menores, detenciones y metros de limpieza, y alguna vez metiendo la pata como lo de la incautación de las mascarillas en Alcalá la Real, que a todos nos hizo creer que estábamos ante el magrudis de la industria sanitaria. Cuando se trataba de una empresa seria que lleva años como suministradora del SAS. A veces, después de la tocata de Simón y su banda, aparecen los ministros, y luego el presidente de la Junta y, al día siguiente, el vicepresidente de la Junta, porque ya en el ámbito regional, allá donde vaya Juanma le sigue Juan. ¡Que dios nos coja confesaos!

* Periodista