Tercer día de confinamiento obligado, pero Día 1 del Aterrizaje en la Realidad. Hasta ahora, hemos vivido lo que podríamos calificar de Fin de Semana Raro, así, sin salir, aplaudiendo a los sanitarios, haciéndonos en casa un hueco -que no lo toque nadie- para nuestros avíos de trabajar, programando la atención a nuestros mayores e hijos, en cada caso. Subiendo a la azotea a tender la ropa tan contenta, oye, y dándole unas cuantas vueltas para desentumecer. Haciendo turnos para bajar la basura, esta vez con exceso de voluntarios. Llorando al saber que no veremos a M. hasta dentro de un mes por lo menos, o que nuestros amigos o familiares A., R., E... Van a tener que quemar todos sus ahorros -esperamos que los tengan- en este periodo de cierre forzoso. Pendientes de las noticias, sí, sobre todo de la prensa escrita -este, su periódico- que es la que no te cuenta milongas. Y con cierto pellizco por las personas que van dando positivo en coronavirus, en Córdoba 41 cuando escribo esto, temiendo conocer a alguna, temiendo ser nosotros... Ha muerto un chico joven en Málaga, y se nos parte el corazón de pena por él y por su familia.

Llevo de la web al papel este diario, en mi octavo día de relato, pero, repito, es en realidad el Día 1 del Aterrizaje en la Realidad. De aceptar lo que nos está pasando, que es mucho. Del teletrabajo, de la desesperación de la gente que tiene negocios, grandes o pequeños, de los ERTES (me llama llorando I., ya han anunciado uno en su empresa) y de los ERE (¿eh?, eso no debería ser) y de las grandezas y miserias. Miserias, de los que ya están viendo cómo aprovecharse para sacar rendimiento económico, o de los que se consideran por encima de todo e incumplen la obligada reclusión... Y luego está la gente. ¡La gente! Es que la gente vale un potosí, y no hay más que hablar. Desde casa lo vas viendo. El letrero en el ascensor ofreciéndose para los recados, los vídeos de actividades escolares, gimnasia en grupo, música para todos, películas, libros, teatro... Y campañas como las que proponen a la gente que, si puede hacerlo, siga pagando los sueldos de las empleadas del hogar, de las clases particulares, gimnasios, extraescolares... Son personas que pueden quedarse sin ingresos de ningún tipo durante un mes, o más, y que no podrían resistirlo. Una peluquera difunde en las redes el wasap que le ha enviado su arrendador, que la exime de pagar el alquiler mientras tenga el local cerrado. No todo el mundo podría hacerlo, hay gente que vive precisamente de esas rentas, pero... ¿qué tal una rebajita?

Me escribe V.L. diciéndome que está sopesando poner una cerradura de seguridad al frigorífico, y C. me manda un vídeo tronchante, con el probo vecino que responde a todas las convocatorias generales (aplauso, himno de España, canción de ánimo a los ciudadanos, aperitivo en el balcón...) y termina el hombre derrengado. M. y R. cuentan las semanas hasta el día cero en el que decidirán si aplazan su boda. C. dice que ha creado un grupo para pasear a los perros a la misma hora y hablarse de lejos, como en Córdoba nos trae sin cuidado «lo de dar voces...». Los amigos de la tertulia del bar se acaban de reunir por wasap, ahí, a machamartillo, de charla por videoconferencia.

Y los protagonistas ayer, con permiso de las autoridades, del Rey, del ministro Marlaska cerrando fronteras y del coronavirus barcelonés de Torra (no seremos tan miserables como la señora Ponsatí y su frase «de Madrid al cielo», el colmo ya de la maldad y de la despersonalización del «enemigo»), fueron los niños: trabajando en sus casas, haciendo sus dibujos que dedican a la situación... Sé que muchos padres, la mayoría, lo tienen muy difícil para conciliar, que va a ser agotador, pero, desde la distancia de aquella crianza que en mi caso ya pasó, les recomiendo que intenten disfrutarlo, que ellos no vivan la parte trágica del asunto, para que luego, en la memoria de los tiempos, queden como algo precioso estos días legendarios de convivencia.

Y, en la coda final, el protagonismo de los perros y los mil y un memes y vídeos a costa de la posibilidad de sacarlos de paseo: perros que «han paseado» a todos los vecinos de su comunidad, que piden a puro ladrido contraer el virus, que se muestran derrengados después de ser alquilados por sus amos… Eso es lo bueno, que nos seguimos riendo. En la parte mala, que se ha puesto a llover y la vecinita de la azotea de enfrente se ha quedado sin su rato de juegos al aire libre. Pero nos hace mucha falta el agua, así que... Me dice Paco González que ya están aquí los militares. A ver si desinfectan y nos dejan Córdoba como el jaspe. Hasta mañana.