Cada jornada del Día Internacional de la Mujer, millones de féminas catapultadas bajo fervor sororal, cualesquiera que sea su origen, condición e ideología, se adentran en las calles en marejadas, reivindicando que aun cuando son el genero más numeroso, históricamente no han podido disfrutar de un verdadero sistema de justicia social, aquel que se sustenta en la agnición del sentido de dignidad humana, no solo como punto de partida sino también como posición final de llegada.

Ciertamente el trayecto es arduo, a la par que diversas las tipologías de víctimas que no alcanzan poder transitarlo en posición de honra. Por dar un ejemplo, se estima que aproximadamente 700 millones de mujeres han tenido que contraer matrimonio antes de los 18 años, en tanto que 3 de cada 4 mujeres en funciones de su actividad profesional han sido victimas de acoso sexual, esto sin obviar lo recogido en el último informe de Eurostat, donde el 80% de las victimas de trata en la UE son mujeres; y por si fuera poco en España llevamos 14 feminicidios en 2020, ¡vaya peroración de infortunios! no difícilmente yuxtapuestos con el a su vez agravio comparativo laboral que minusvalora a la mujer española con retribuciones salariales por debajo del 13% en relación a la figura masculina, tratándose de actividades similares, ¡y digo yo! demasiados movimientos sísmicos como para que no se levanten olas bajo el tinte púrpura del inconformismo más reaccionario.

No obstante, no debemos ser 100% negativos, el cambio de sentido es ya una senda iniciada, en 3 décadas el porcentaje de niñas menores de 15 años casadas se han disminuido considerablemente y los derechos asociados a la salud reproductiva de la mujer han experimentado un avance significativo. Volviendo a nuestra comunidad política de derecho: la UE, ha tratado de que la agenda en igualdad de género adopte un rol protagónico en el seno de sus políticas; asumiendo el llamado para la protección contra la violencia de género en situaciones de emergencia, a la vera de la ratificación del Convenio de Estambul sobre prevención y lucha contra las mujeres y la violencia doméstica, acicate de la mano de la ONU en iniciativas como Spotlight cuya acometida pretende acabar con la violencia contraria a niñas y mujeres.

Por tanto, cada 8M es una jornada propicia para la reflexión sobre las conquistas alcanzadas, así como también una gran oportunidad para transformar el clamor teñido de miles de impulsos colectivos en la acción siempre contestable a seguir avanzando a por más cambios en pro de sociedades más igualitarias y por tanto más democráticas. Machismo y democracia son incompatibles. Es necesario concienciar del carácter tóxico que la balanza social presenta sin la respectiva dignificación de la figura de la mujer. Como diría la anterior representante para la política exterior de la UE Federica Mogherini, “El cambio es posible, pero necesita de un verdadero movimiento cultural y social, en el que todo el mundo desempeñe su papel, le brinde su apoyo”. Alerta meteorológica, movimientos sísmicos, riesgo de tsunami, mareta con capacidad de adentrarse en las calles bajo inminente poder transformador.

* Profesor y feminista