En vísperas del 8M, desde los organismos oficiales y de diferentes organizaciones vinculados a las mujeres se suceden todo tipo de convocatorias. Las menos políticas --todavía no he visto ninguna para reivindicar los derechos de las mujeres trabajadoras--, las más festivas y folclóricas. Incorporar elementos alegres está bien, para quitar sobriedad a las luchas, más todavía si queremos llegar y seducir a un sector joven y despolitizado. El problema es cuando el formato chachiguay eclipsa la causa.

De modo que, ante el 8M, algunas nos invitan a las mujeres a participar en reuniones de autocoñocimiento (a buen entendedor...); se nos comunica un día y una hora para asistir a clases de ¿perreo? feminista (no quiero sacar conclusiones de para qué necesitamos saber hacer un buen twerking), a veces se nos llama personas con vagina y se insta a que nos regalen productos de higiene intima (como en el Domund pero en feminista); en ocasiones se habla de feminismo andaluz (parece que algunas apuntan al caladero nacionalista incluso con el feminismo); en otras se habla de revuelta puteril; otras veces nos encontramos con invitaciones a participar en talleres de costura, para mantenernos fieles a la esencia de mujer (en este caso parece que es más voluntario que cuando la Sección Femenina)...

Y todo esto al abrigo de un Ministerio de Igualdad al que solo le falta, entre tarta y tarta, el pequeño detalle de hacer políticas feministas para que nos creamos que está ahí.

No podemos seguir así, porque, amigas, podemos incorporar una batucada al 8M, incluso hacernos fotografiar junto a instagramers de moda, pero no debemos permitir que se convierta ni el 8M ni el movimiento feminista en una batucada ni en una fiesta. Debemos centrar todos nuestros esfuerzos en desenmascarar todas las herramientas que utiliza el patriarcado. Necesitamos una política feminista irreductible, pensando en las mujeres y en las trabajadoras, donde haya escucha y entendimiento para solucionar las necesidades de las mujeres.

* Escritora