El coronavirus ha desatado la fiebre de las mascarillas. Pasajeros que se la ponen en el aeropuerto y luego se la quitan dentro del avión, donde respirarán la cercanía de sus acompañantes. Gente que está sana pero vuelve un día y otro a la farmacia a preguntar si han llegado. Rumores de que los precios se disparan, mientras los alérgicos se preguntan de dónde las van a sacar. Y hasta desaprensivos que las roban del hospital... Habría que escuchar más a los médicos y tomar las medidas que aconsejan, en lugar de pensar que las mascarillas son como el bálsamo de fierabrás del Covid-19. Y si la ansiedad es insuperable, las podemos hacer caseras, con la copa de un sostén o pañuelos de papel... No sirven, pero igual son útiles como placebo.