Todo empezó en Wuhan. Ella, él, mira las noticias. Con inquietud. Con desprecio. ¡Estos chinos! Cada vez que ve unos ojos rasgados, pone cierta distancia. El otro día se cambió de vagón al ver un grupo de asiáticos. Encima, son tantos. Pasan los días, sigue la información. El virus se extiende. Si es que no podía ser de otro modo. Claro, ahora Irán. Otro país de esos. Sigue mirando las noticias. Con inquietud. Con desprecio. Todo queda tan lejos. Ellos son tan distintos. Corea del Sur. Japón. Singapur... ¿Italia? Vaya. Aunque, bien pensado, es lógico. Son un desastre de gente. Escandalosos, vagos ¡y mafiosos! ¿La vecina del quinto no tiene un novio italiano? Al día siguiente se la encuentra esperando el ascensor. No, sube tú primera. Yo ya me espero. La mira fijamente. Nunca le acabó de caer bien. Hace mala cara. Mejor subirá a pie. No sea que haya infectado el ascensor.

Hoy se ha despertado fatal. Como si un camión le hubiera pasado por encima. Está a 39º. Encima no para de toser. Y le lagrimean los ojos. Se mira al espejo. Con inquietud... Con miedo. De repente, ella/él es uno de ellos. El otro.

* Escritora