¿Recuerdan la última vez que escribieron algo a mano? Me refiero al hecho de realizar un trazo acompañado de la conciencia de su realización, no algo mecánico que sirve de manera práctica para anotar la compra del supermercado o los gastos de electricidad doméstica. Intenten realizar el ejercicio de memoria que supone buscar en lo ocurrido la atención plena, que ahora se vende tan bien, sobre la utilización de algo mecánico que la mayoría ejercita, la escritura que repite un modelo aprendido de manera autónoma; la caligrafía, esa extensión creativa de nuestro brazo dirigida desde el cerebro. Nos hemos vuelto objetores del manuscrito, entregados como estamos al homogéneo times new roman 12, de nuestro teclado, lo que llamó Alejo Carpentier «la palabra impresa embalsamada para la posteridad».

He tenido la suerte de coordinar dos cursos de caligrafía artística. El primero llevado a cabo por un joven jienense, Francisco García, que una vez realizados sus estudios en el extranjero, en Francia y Portugal, ya que no existe enseñanza reglada en nuestro país, se ha especializado en el arte del manuscrito. Gran parte de nuestra cultura resulta heredera del ímprobo trabajo de amanuenses medievales que trasladaron con enorme esfuerzo y dedicación una de las cuestiones que más hemos logrado simplificar sin entusiasmo, con atentado a la autoría, copiar y pegar (control C). El segundo fue un descubrimiento, atraído por la escritura de poemas japoneses descubrí se asociaban de manera indeleble a la idea, forma y contenido que se confundían de manera armónica. Keiko Kawabe, artista plástica y calígrafa japonesa, impartió dos talleres en Priego de Córdoba, uno para profesorado que puede llevar a sus aulas la idea renovada de escritura a mano de forma artística y otro para quienes simplemente tuvieran interés. Qué curioso, la mayoría de docentes apreciaba inmediatamente una aplicación práctica en su alumnado más inquieto debido al ejercicio que debe realizarse de atención y esfuerzo, que tiene como recompensa la mejora de un modelo repetido. Durante varias horas apreciaba la dedicación de los aprendices concentrados en sus trazos. De forma unánime declaraban no ser conscientes de la celeridad con la cual el tiempo había pasado.

Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida, reflexionó Adolfo Bioy Casares, sobre algo tan humano, aunque sean relativamente cercanos en el tiempo los restos de los cuales disponemos ya sea en tablillas de madera o arcilla, en papiros encordados. La escritura manual contiene la emoción del aprendizaje, algo elevado en ese logro que une el hemisferio cerebral del lenguaje con la motricidad de la mano. ¿Qué seríamos sin la escritura amanuense, sin ese tiempo esencial de aprendizaje y superación de un lenguaje aprendido? Hace poco recibí la comunicación de una convocatoria para una reunión. Me llegó una imagen que entendí en principio errónea, puesto que reproducía un texto escrito a mano. No, me equivocaba, resultó ser el original que reproducido citaba escrito de puño y letra. Comprendí extrañado todo lo que de revolución albergaba.

* Profesor