El debate del presupuesto de la UE tiende siempre a plantearse en euros y en saldos, pero su importancia es un asunto de trascendencia tanto para España como para la propia UE. Es un debate crítico porque nos la jugamos en una negociación cada siete años. La batalla de las cifras se manifiesta hoy en porcentajes de reducción de la PAC y la cohesión, en el límite de gasto y en el impacto presupuestario del brexit. Un impacto que hasta el presidente Michel presenta erróneamente en términos de ingresos que dejamos de recibir de UK (entre 60 y 75.000 millones) cuando deberíamos hablar de los 40.000 millones de saldo favorable de UK, contando los retornos de las políticas y su cheque.

La letra pequeña de la técnica presupuestaria de la UE está llena de los rastros de la endiablada negociación política que suscita. Desde el famoso cheque británico, a las otras excepciones para contribuyentes netos como Suecia, Austria, Países Bajos o Alemania. La valoración de las cifras depende mucho del tamaño de los países. El presupuesto comunitario es una manifestación del contrato original de la UE, de su objetivo de crear una región poderosa y unida por una solidaridad de hecho que anule para siempre nuevas posibilidades de conflicto. El proyecto político de la UE está basado en la existencia de contribuyentes y receptores netos.

Los países menos competitivos aceptan que sus agentes pierdan posiciones ante la mayor competitividad de otros países y que estos saquen mejores beneficios del mercado único y de la unión monetaria. A cambio las políticas y presupuestos de la Unión se centran en la promoción de acciones conjuntas o en el fomento de la cohesión e igualdad entre países y regiones y del mundo rural. No por estricta compensación sino porque una UE con todos sus estados florecientes va en beneficio de todos. Si el argumento parece retórico, se pueden recuperar los números que circulan estos días. La UE es un gran negocio para los países que son contribuyentes netos. Lo que estos ganan por sus saldos comerciales o en el mercado único, supera con creces el saldo presupuestario a favor de los receptores netos. El presupuesto 2021/2027 tiene también de fondo el modelo de Unión Europea con el que nos queremos adaptar a estos tiempos que desafían nuestra posición en el mundo. Es muy importante que la UE realice un esfuerzo para impulsar la promoción de la productividad, competitividad y desarrollo tecnológico. Debe responder también al proyecto del Green New Deal para que sea simultáneamente motor de cambio y de crecimiento. Pero no es de recibo que el impulso político a la I+D y la sostenibilidad se haga a costa de la cohesión. Caemos de nuevo en la trampa de la austeridad, hoy frugalidad. Más falsos sermones morales en tiempos en los que hemos generado cierto consenso sobre la necesidad de una política fiscal más activa. ¡Qué instrumento de política fiscal expansiva puede ser más eficiente que el presupuesto europeo!

La opción de los países frugales y del Consejo es seguir reduciendo el tope presupuestario del 1,27% sobre la RNB de toda la UE previo a la adhesión, al 1%. Más retos comunes de futuro, más necesidades para sostener el contrato, menos fondos. Como hicimos en la ampliación del 2004. Nunca antes tantos socios, y tan alejados de la renta media, entraron en la UE. Desde entonces, el esfuerzo presupuestario no deja de reducirse.

España ha sido siempre un receptor neto de fondos. Los datos provisionales sobre 2014-2018 (en el marco 2014-2020) indican un saldo favorable ligeramente mayor a los 4.000 millones dada la importancia de los retornos que recibimos por las políticas de cohesión y la PAC. Nuestro saldo favorable tiene fecha de caducidad. Romper inercias es también importante. Pese a las dificultades del sector agrario, haríamos probablemente mal en apostar por la PAC frente la cohesión porque su futuro a medio plazo será la renacionalización. Apostar por la innovación y la competitividad, por la focalización de los fondos en regiones y temas de impacto, sin abandonar el derecho a la cohesión, es un objetivo sobre el que merece la pena discutir y buscar aliados.

* Profesor Universidad Loyola Andalucía