Definitivamente parece confirmarse que esta primavera que viene será dura y caliente. Las temperaturas máximas llevan semanas sin bajar de los veintitantos y en la calle la tensión crece por días. Los agricultores y ganaderos, que serán con el tiempo nuestros chalecos amarillos, recrudecieron sus protestas en carreteras y ciudades, muy lejos de dónde de veras se la están dando con queso. Cortar una autovía y complicar la vida de los currelas ¿qué les reporta a los manifestantes?, paralizar una ciudad cómo Granada toda una mañana ¿qué logro supone en su lucha? Un camionero atrancado en ruta por las últimas movidas de la gente del campo, resignado y solidario con la causa de estos, me dice que tendrían que rectificar la puntería en su estrategia. A su manera, y porque conoce el cuento, recomienda a los olivareros irse al puerto de Algeciras y bloquear las cisternas que llegan a diario cargadas de aceite de Marruecos y de otros países árabes y salen de allí para las plantas donde se envasan con etiquetas de marcas nacionales. Mi confidente me da nombres comerciales y localidades, algunas en la provincia de Córdoba, donde se realizan estas operaciones. Mientras tanto siguen enredados olivareros y Ministerio con el plan de almacenamiento de aceite, que ha resultado un fracaso, y en la contradicción de ver cómo baja el precio en un año de escasa cosecha de aceituna. De corregir el tiro también me habla un colega que nada a contracorriente en esta era del arrollamiento informativo, quiero decir, la tendencia de no salirse un ápice del pensamiento único. Viene la cosa del «apretad, apretad», que dice el presidente de Asaja, Pedro Barato, que le dijo el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en la reunión que mantuvieron con él los representantes de los agricultores en Moncloa. Recomendación en la que se reafirmó la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Pero, ¿contra quién apretar con dientes y puños? ¿a dónde ir con sus tractores y con su cencerrada? ¿a los supermercados, como en los tiempos de Sánchez Gordillo? Mi amigo sugiere a estos agricultores cabreados que, puesto que es todo un vicepresidente de gobierno el que achucha, se vayan a su finca de Galapagar y le den la candonga a la pareja ministerial, o que tomen la piscina del chalet. Quién sabe, a lo mejor les invitan a un vermut. Cuando los del sindicato de Diego Cañamero, colega y diputado con Iglesias, asaltaron la finca de Mario Conde, este les recibió, los hizo pasar y les invitó a una paella. Si eso hizo el facha de Mario Conde, qué no hará el líder de Podemos por los sufridos hombres del campo cuando llamen a la puerta de su villa.

* Periodista