Cautivadores adelantos en todos los frentes nos llenan de alegría y confianza en el futuro. Ayuntamientos, diputaciones, instituciones y demás salas de teatro ya están ajustando sus partidas a la reestructuración y transición ecológica. Se procede a la progresiva y paulatina retirada de pantallas Full Color, tablets y otros caros y contaminantes accesorios, para instalar fieles pizarras con sus tizas y borradores de rigor. «Una por aula», ha prometido ya la ministra de Sentido Común y Ahorro Energético. Paralelamente, el sector de la televisión pública y privada aboga por instalar mapas analógicos y sus correspondientes pegatinas de soles, nubes, truenos y lluvias, todo ello en el ámbito de la predicción meteorológica. Al armario de los despojos marcharan en fila, de nuevo, cientos de enormes, caras, derrochadoras pantallas y aparatosos tablets desvergonzadamente introducidos en nuestra sociedad por los mercachifles de la Innovación borreguil, aquellos igualmente promotores del WhatsApp, otra «herramienta» cada vez más en desuso en, digamos, aeropuertos. Quizir: esa vetusta maniobra en la que familiar y pasajero se bombardean mutuamente con mensajitos como «¿cómo vas?» o «¿cuándo llegas?» y «ya estoy aquí», tiene a todas luces sus días contados. Porque ahora hay un horario, ¿saben ustedes?, y unos paneles informativos deliberadamente a la vista para todo pasajero y familiar que decidan encontrarse en un aeropuerto, estación o parada de autobús. Por lo demás, deciros que todas esas gafas de realidad virtual, todo ese cacharreo tan «imprescindible» en el sector del ocio, en museos, conciertos y lo que tenga que ver con las sensaciones, encuentra muy poca ventaja frente al novísimo invento modificador de realidad e irrealidad: el porro, el cual ya inspira, gratis y ecológicamente, frases como «parece que estés en otro mundo» o «¡es una experiencia mágica!». ¿Te apuntas?

* Escritor