En 1971, Mario Vargas Llosa presentó su tesis doctoral en la Complutense de Madrid, García Márquez: lengua y estructura de su obra narrativa. Le valió un sobresaliente cum laude. Meses después fue publicada con el premonitorio título: Historia de un deicidio. El libro es una aproximación al proceso creativo de Gabriel García Márquez desde sus primeros cuentos hasta su obra cumbre Cien años de soledad y destila admiración de principio a fin. Los autores se conocieron en 1967 y su amistad fue imperturbable hasta que dejó de serlo, en 1976.

García Márquez se acercó a saludar a Vargas Llosa durante un encuentro en el Palacio de Bellas Artes y este le propinó un puñetazo en la cara. Los motivos de tan contundente acción nunca han sido confirmados aunque no faltan habladurías que incluyen infidelidades y deslealtad. Lo cierto es que Historia de un deicidio no se volvió a editar y se ha convertido en uno de los libros más difíciles de encontrar y el más preciado por los coleccionistas. Este desencuentro entre los literatos es -obviando el puñetazo- la común historia de una amistad perdida, el desengaño más doloroso que afrontamos en nuestra vida adulta y, al igual que la muerte, ineludible. No siempre manifiesta síntomas previos, puede llegar de golpe y dejarnos sin capacidad de reacción. Esta forma virulenta de ruptura, siempre responde a un mismo diagnóstico, letal en cualquier caso: los malos entendidos. Nos obcecan de tal manera que no somos capaces de acompañar a ese amigo o amiga que sabemos que está pasando un mal momento, son tan invalidantes que nos impiden acortar distancia, hacer una llamada, escribir un mensaje. Los malos entendidos son el mejor de los fertilizantes para el peor de los sentimientos: el orgullo.

Pienso si Vargas Llosa habrá echado de menos a García Márquez a lo largo de su vida. En el 2017 rompió su silencio en un evento en el lugar en el que empezó todo, la Complutense. Preguntado por el ensayista Carlos Granés sobre si se habían vuelto a ver, respondió: «No (...). Entramos en terrenos peligrosos. Es hora de poner fin a esta conversación». Estoy convencida, se echaron de menos.

* Periodista