Pero... ¿deprimida por qué? «¿No estás feliz de haber tenido una hija? ¿Pero depresión posparto cuatro meses después? Eso son tonterías. Este tipo de comentarios son los que hacen que me dé vergüenza hablar de cómo me siento». Lo afirmaba la influencer Sindy Takanashi en Instagram rompiendo la invisibilidad que rodea a la depresión posparto.

Es la principal enfermedad que sufren las recién paridas. En los países desarrollados, se calcula que afecta a entre un 6% y un 13% de las mujeres a lo largo del embarazo o el primer año tras el parto, y alrededor de un 19% tiene un episodio depresivo en los tres primeros meses después de dar a luz. Aunque las causas son múltiples, haber sufrido violencia obstétrica, con un parto traumático, nos puede convertir en candidatas.

La depresión posparto es una cuestión incómoda, tabú, porque muestra la cara oscura de la maternidad, esa que se opone al ideal de madre feliz. Por este motivo, las mujeres que la sufren se niegan a pedir ayuda, la ocultan, se avergüenzan, porque consideran que esto no es lo que se espera de ellas. Nuestra cultura se ha basado en silenciar la vida interior de las madres, en particular las experiencias negativas o ambivalentes. En consecuencia, las mujeres hemos acabado por disfrazar la complejidad de la vivencia materna.

Así es la máscara de la maternidad, un proceso que esconde las dificultades que implica ser madre, que finge que no pasa nada, que tampoco hay para tanto o que todo va viento en popa. Se nos dice que tenemos que ser supermamás, pero después de dar a luz nunca se llega a todo. Una situación que puede dar lugar a un sentimiento de frustración, haciéndonos creer que no somos buenas madres.

La sanidad pública debería tener como prioridad acabar con la depresión posparto, más recursos son necesarios para hacerle frente. Sin embargo, el posparto es el gran olvidado. Hablar de esta depresión, normalizarla es la mejor forma de romper el tabú y acompañar a quienes la sufren.

* Periodista