Aparte «sus marxistas deseos y apetitos sexuales de nuestros hijos. Pierda toda esperanza de adoctrinar a nuestros hijos para convertirlos en enfermos como ustedes». Estas palabras de un concejal de Vox en el pleno del Ayuntamiento de Madrid las leo justo en el día después de que me confirmen el diagnóstico de una enfermedad genética degenerativa. No, señor Pedro Fernández, nadie puede adoctrinar a otro para que enferme, nadie enferma porque quiere. En mi caso, la enfermedad llegó por azar, por expresión génica, gracias al proceso que permitió, en mi caso, que mi enfermedad en particular se manifestase. Le podía haber tocado a cualquier otra, pero me tocó a mí. Y, de entre 100 personas, 99 se libraron.

Si yo tuviera fibromialgia, por ejemplo, me llamarían loca, como hicieron con María José Campanario. La fibromialgia es una enfermedad extremadamente dolorosa y por eso a veces crea una depresión. Se trata con analgésicos muy potentes, y por eso a María José tuvieron que ingresarla y medicarla. Y por eso vieron ustedes esas fotos robadas, crueles, sensacionalistas y absolutamente irrespetuosas que retrataban a una mujer enferma y desorientada que no, no estaba loca.

Si yo padeciese la enfermedad de Lyme, se reirían de mí y harían memes crueles y sin gracia ninguna sobre garrapatas, como han hecho con Justin Bieber. Si yo tuviera una mononucleosis me llamarían puta, aunque la mononucleosis no se transmite solo por la vía sexual, sino muchas veces a través de la tos o de los útiles de cocina. Puta sería también si sufriera Sida, aunque personas nada promiscuas y muy fieles lo hayan contraído a partir de sus compañeros, o de una violación. Puta de nuevo si padeciera hepatitis o una enfermedad del tracto urinario.

En el entorno en que me muevo las personas deben esconder estas enfermedades, y otras. Recientemente Taylor Swift ha salido en un documental contando que padecía anorexia, pero que ya no la padece. Eso no es del todo cierto. La anorexia es una adicción conductual. Por lo tanto, una mujer que ha padecido anorexia debe estar supervisada toda la vida, porque siempre debe estar considerada como una adicta en rehabilitación. El problema es que ya corrían rumores sobre la enfermedad de la cantante, y sobre que algunos conciertos se habían cancelado debido a sus problemas de salud. Y cuando corre un rumor así, ninguna compañía va a querer asegurar la gira. Así que Taylor tiene que contar eso de «estaba enferma pero ya no lo estoy, ahora estoy sana, sana...».

Yo me he encontrado con este problema. Sabía que, si hablaba de mi enfermedad, inmediatamente se sensacionalizaría todo. La culpa sería mía. Yo me lo había buscado. Por loca, o por puta, o por no haberme cuidado o por no haber hecho ejercicio o, quien sabe si, como dice el señor de Vox, por haberme dejado adoctrinar.

En nuestra sociedad, vemos a los enfermos como culpables, y hablamos de los enfermos de cáncer como de soldados que «luchan contra la enfermedad». Como si la enfermedad fuera su lucha individual, su problema personal. Pero un enfermo no es un soldado. Y el cáncer no es algo contra lo que uno lucha. Es algo que la medicina puede curar a veces. Y a veces no.

El hecho de que el señor Fernández haya usado la palabra «enfermo» como insulto nos demuestra el estigma que cae sobre nosotros, los enfermos, y la culpabilidad que arrastramos.

Usar la palabra «enfermo» como insulto debería estar prohibido. Insinuar que ser homosexual es vergonzante, también.

* Escritora