Volvió a pasar: otro negro con superpoderes. Había que convertirlo rápidamente en uno de los nuestros, darle el carnet de europeo civilizado de pleno derecho, por derecho propio. Ya había pasado algo similar en Francia hace un par de años. Ellos, los franceses, tan vanguardistas. El recurso se repetía en los titulares de los medios de comunicación de medio mundo: le llamaban «el Spiderman de París», «el superhéroe sin papeles». Cuando el vídeo encendió las redes, cientos de cabeceras se hicieron eco, sabedoras de que el vídeo les granjearía visitas de lectores que no leen. Periodismo de pesca de arrastre.

El «Spiderman de París» era Mamadou Gassama, un maliense sin papeles de 23 años que había sido grabado salvando a un niño que colgaba del balcón de un cuarto piso, a punto de precipitarse. Youtube hizo el resto. El presidente de la república francesa, Emmanuel Macron, le recibió en el Palacio Elíseo y lo señaló como «alguien excepcional». Y todos entendimos: este negro es un buen negro, un negro atípico. Y por él nuestro país bien debe hacer un esfuerzo. Se portó bien y aquí tiene su premio. Como al niño se le da una piruleta o al perro un hueso para que lo apure. Toma, un pasaporte. Ahora, aunque negro, eres negro VIP.

Un medio escribió que Mamadou podría convertirse en bombero «una vez que se cumplan los procedimientos para su naturalización». Naturalización, de natural, tan natural como la lluvia, como un resfriado, como un bostezo. Natural como la declaración de Hacienda, el control de seguridad de un aeropuerto o el DNI electrónico. Hasta antes de ser un héroe, lo natural es que Mamadou se hubiera muerto de hambre o de un tiro en la nuca en su país, o como un paria en cualquier otro. Pero ahora, lo natural es que las cosas le vayan bien, como a cualquier europeo.

Hace unos meses la escena se repetía en Denia, Alicante. Gorgui Lamine Sow, un inmigrante senegalés, también indocumentado, también veinteañero, salvaba la vida a un vecino en silla de ruedas al trepar por el balcón de su casa en llamas. A Gorgui los medios también le llamaron «el héroe de Denia»; también a él le han premiado con el permiso de residencia.

Dice Ramón Grosfoguel que el racismo no se sostiene únicamente con el prejuicio y la pataleta de unos cuantos. Que para que el racismo enraíce necesita de unas instituciones que lo sostengan, lo fomenten, lo perpetúen. Unas instituciones que justifiquen el prejuicio al extraño. La aquí narrada es solo una de ellas; Vox en la tribuna del Congreso es otra.

* Periodista