El otro día un amigo periodista envió un mensaje felicitándome por haber alabado en la radio el poder de la bondad. Había hecho mías unas reflexiones de Ana Merino, la flamante ganadora del Premio Nadal con su novela El mapa de los afectos, en las que aseguraba que el mundo evoluciona precisamente gracias a eso: a la bondad. Dado que además ese día se cumplían 30 años de la muerte de Jaime Gil de Biedma, contrapuse las palabras de Merino con aquellos versos suyos que dicen: «De todas las historias de la Historia/ la más triste es la de España/ porque termina mal».

Si hoy hiciéramos una encuesta para detectar a gildebiedmistas y merinianos, los primeros partirían con ventaja porque el ruido y la bronca lo contaminan absolutamente todo. Pero yo pedaleo con esperanza en el segundo pelotón porque no creo que estemos condenados a resolver nuestras diferencias de mala manera: a gritos, enfermos de sectarismo y, si se tercia, a hostia limpia; por mucho político iluminado, mucho juez ensoberbecido y mucho predicador mediático que se nos crucen por el camino. Ninguno de ellos nos hará avanzar; si acaso, encabronarnos.

No entiendo que ser español (o catalán) lleve aparejado el carnet de energúmeno, a pesar de lo que vemos en el Congreso (y en el Parlament) o de aquella descerebrada que al grito de «¡Viva Vox!» le soltó a un portavoz de Teruel Existe que «si hay que fusilaros, ya lo haremos». Prefiero quedarme con los mensajes de apoyo que, incluso desde las filas de Vox, le llegaron al pobre amenazado. Y también recomiendo, tal vez por mi afición al submarinismo, no quedarse solo en la superficie porque es debajo donde podemos encontrar auténticos tesoros.

Tres historias

Esta semana de puesta de largo del nuevo Gobierno, de la previsible trompetería sobre las plagas que nos amenazan y de inflamados discursos patrióticos (de la patria que sea) que seguramente se repetirán, propongo tres historias como alternativa. La de la enfermera de A Coruña que ha recaudado casi 20.000 euros a través de crowdfunding para una niña de 2 años que extravió sus audífonos. La del periodista leonés con el abuelo enfermo de cáncer que desnudó con su denuncia la atroz desigualdad que sufre eso que llamamos la España vaciada; yo prefiero olvidada. Y el discurso de un fotógrafo madrileño en la Universidad de Lovaina que ya han visto millones de personas en todo el mundo. Amparado en el cambio de vida que provocó la muerte prematura de su padre, este antiguo ingeniero arengó a los estudiantes a dedicarse a trabajos en los que sean felices y a no dejarse embaucar por los sucedáneos de éxito que nos venden.

Lo dicho: bondad, sí; mala baba, no. Prefiero pasar por ingenuo que ser un amargado.

* Periodista