Para luchar contra la violencia machista es importante conocer cómo las herramientas digitales contribuyen a la perpetuación de la violencia machista en el espacio físico, y cómo los espacios digitales reproducen las dinámicas sexistas existentes mucho antes de la invención de Internet. Sin embargo, es igual de necesario analizar cómo las aplicaciones digitales y las redes sociales son nuestras aliadas a la hora de combatirla.

La conexión rápida, masiva e inmediata entre personas que caracteriza las redes sociales es otro elemento a tener en cuenta. En el mundo físico, la violencia contra las mujeres, así como los micromachismos, han tendido a ser vistos como una serie de sucesos que nos pasan a nosotras como individuos, sin poder tener referencias de su magnitud a nivel social. Gracias a etiquetas como el #MeToo, el #Cuéntalo o el #MosqueMeToo, hemos visto hasta qué punto nuestras experiencias son algo común para millones de mujeres. También que podemos aliarnos para hacerles frente. Ante la individualización de la opresión que a menudo sufrimos en la esfera física, las redes han facilitado politizar nuestro malestar.

También han contribuido a romper con lo que la filósofa Gayatri Spivak llama "privilegio de la interpelación". Basta con echar un vistazo a la composición de las direcciones de los medios, a quién dirige las películas, el número de autores de literatura premiados o quién ostenta los puestos de poder en las universidades, para ver que los hombres blancos han monopolizado las herramientas de representación del mundo y la deliberación pública. La red ha permitido mayor pluralidad de voces. No solo eso: ha conseguido que las voces subalternas interpelen a las privilegiadas, comunicándoles que ya no toleran aquellas representaciones sexistas, racistas, LGTBI-fóbicas, clasistas o capacitistas promovidas por los más poderosos. Las quejas por el avance feminista de tótems culturales como Plácido Domingo o Javier Marías son ejemplos del malestar que les genera a muchos la pérdida del privilegio de la interpelación.

Finalmente, performances como 'Un violador en tu camino', de las chilenas La Tesis, muestra cómo el mundo digital ayuda a las mujeres a apropiarse el espacio físico. La coreografía, nacida durante las movilizaciones de Valparaíso, se hizo viral en la red y fue replicada en otras ciudades, como Santiago de Chile, México, Barcelona, Madrid, París o Nueva York. La performance es una herramienta democratizadora del espacio público, al empoderar a las mujeres que se mueven en él, creando vínculos comunitarios entre ellas y desmintiendo, con su letra, los mitos que han justificado la cultura de la violación (“la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”) y señalando los culpables (“el violador eres tú (…) es el Estado”).

Las revoluciones han ido acompañadas, a menudo, de una tecnología que ha facilitado tanto la difusión de las ideas como la forma de relacionarnos con el conocimiento y la manera de organizar la militancia. El ascenso del feminismo y la lucha contra la violencia machista en una época marcada por la digitalización de la vida no son ninguna excepción.

* Periodista