En un ya lejano 2004, vio la luz de la mano de Huerga&Fierro mi primera novela, Danza de máscaras, cuya temática se centraba en el acoso laboral y donde se relataba la profunda alienación que sufren sus víctimas. De hecho, tras describir una situación típica de acoso, de apariencia trivial a ojos de observadores poco sagaces, analizaba sus perniciosos efectos sobre la personalidad de una joven, la destrucción sistemática de su autoestima y el nocivo legado que entrañó el suceso, a punto de asumir a su vez la condición de verdugo y convertirse en una pieza más del engranaje social triturador.

Danza de máscaras ha formado parte con otras cinco obras del corpus de una magnífica y perfectamente elaborada tesis doctoral, defendida por Milica Lilic en la Universidad de Granada: El acoso laboral y sexual a las mujeres en la novela española del siglo XXI, donde se analizan con magistral esmero las diversos facetas que esta grave lacra encierra y de la que, una vez más, la aproximación literaria puede explicitar todos sus matices con mayor resolución de lo que pueda hacerlo un tratado psicológico al uso, ya que la perspectiva científica ha de permanecer ajena a su implicación emocional en los hechos y sentimientos estudiados.

Por desgracia, la realidad supera demasiadas veces a la ficción, con tanta mayor crueldad en cuanto a que tiende a pasar inadvertida, enmascarada por encubridores y colaboradores necesarios, testigos cómplices que, en el mejor de los casos, nunca reconocerán y aún menos denunciarán la agresión.

El acoso laboral tiene una importante presencia en el ámbito empresarial privado y en la Administración pública, pero no muchas personas se muestran dispuestas a erradicarlo; en todo caso, el primer paso para extirpar este problema es reconocer su existencia y hablar de ello.

* Escritora