Aprovechando la renuncia del gobierno chileno a organizar la COP 25, Madrid es la sede de la máxima cumbre internacional sobre el clima, demostrando la capacidad de España para organizar este tipo de eventos.

Desde que, en 1992, con ocasión de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se aprueba la CMNUCC (Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), han venido celebrándose cumbres anuales de las «partes contratantes» (denominadas COP) en las que se reúnen los Estados firmantes de la citada convención. La de Chile, que se celebra en Madrid, es la COP 25.

Aunque el objetivo de estas cumbres no suele pasar de una puesta en común de las cuestiones relacionadas con el cambio climático y del intercambio de propuestas y acciones, lo cierto es que, en algunas de ellas, se aprueban grandes acuerdos que obligan a los Estados firmantes. Eso fue lo que ocurrió en la COP 3 celebrada en Japón (1997), en la que se aprobó el llamado Protocolo de Kioto, que significó el primer gran acuerdo para reducir los GEI (gases de efecto invernadero) y cuya vigencia termina en 2020.

Ahora, en Madrid, no se esperan grandes acuerdos, sino solo preparar el terreno para que en 2020 se pongan en marcha los Acuerdos de París (COP25) dando continuidad al citado Protocolo de Kioto. No obstante, es una ocasión para movilizar a la opinión pública sobre el problema del cambio climático, y apelar a gobiernos y empresas a asumir sus compromisos para reducir los GEI y afrontar el calentamiento global que afecta a nuestro planeta.

Movilización social. Como es sabido, la preocupación por el deterioro del medio ambiente ha sido impulsada desde hace algún tiempo por los informes científicos del IPCC (panel de expertos de Naciones Unidas) y gracias al activismo de las organizaciones ecologistas.

Ahora, sin embargo, la movilización social sobre el cambio climático ha dado un giro importante, en la medida en que no se circunscribe a los grupos más conscientes e informados, sino que se extiende a amplias capas de la sociedad, especialmente a los estratos más jóvenes.

Más allá de la controversia en torno a la intensidad del cambio climático, hay consenso en que una de sus causas principales es la creciente emisión de gases de efecto invernadero (GEI). También en que es provocada por nuestro modelo de desarrollo, basado sobre todo en el consumo de energías fósiles. Por ello, se plantea que es necesario impulsar un proceso de transición ecológica que reduzca esas emisiones y se base en el uso de las energías renovables.

Limitaciones de la acción política. Es un hecho que las iniciativas políticas encuentran dificultades para ser implementadas, ya que los gobiernos nacionales tienen que conciliar intereses diversos y hacer frente a resistencias de los grupos que puedan verse afectados. Se necesitan, además, amplios consensos políticos que no son fáciles en sociedades tan fragmentadas como las de hoy. Eso explica que los acuerdos internacionales, como el citado CMNUCC y las cumbres COP se limiten a fijar grandes objetivos que luego no se materializan en acciones concretas, provocando decepción e indignación en la ciudadanía.

En todo caso, resulta cada vez más evidente que, sin modificar nuestro modelo económico, basado en la extracción sin límite de los recursos naturales y en el consumo desaforado de bienes y servicios (que exige un elevado uso de energía) no es posible abordar con éxito la crisis ecológica, una crisis de la que el cambio climático es una de sus expresiones más llamativas.

Implicación empresarial. Es por esto que, más allá de la acción de los gobiernos, de los informes científicos y de la movilización social, es necesario que el sector empresarial se implique realmente en la transición ecológica, dado el papel fundamental que desempeña en el sistema económico. Lo «verde» no es sólo una cuestión de marketing, sino un tema de eficiencia, tanto en lo que respecta a los costes productivos, como en lo relativo a las nuevas demandas de unos consumidores cada vez más sensibles a los temas medioambientales.

Por eso, la acción política, el conocimiento científico, la movilización ciudadana y la implicación empresarial son elementos fundamentales para abordar el problema del cambio climático y avanzar en la transición energética.

Sin esos elementos difícilmente se podrá pasar de las palabras a los hechos en este complejo y delicado asunto, un asunto en el que no solo nos jugamos el bienestar de las actuales y futuras generaciones, sino también la sostenibilidad de nuestro planeta.

* Catedrático de Sociología IESA-CSIC