Ciudadanos está en sus horas más bajas. De 57 diputados en abril a 10 en noviembre. En caída libre y sin protección. Los de Albert Rivera pierden una importante representación en el Congreso y evidencian una crisis sin parangón. El chico de Granollers que se veía reflejado en Emmanuel Macron y que soñaba con un sorpasso al PP ha asumido que aquellas aspiraciones ya son solo una quimera. Inevitablemente, la derrota se personifica en él, el candidato más criticado durante esta campaña por sus últimos pasos y en el que ahora se centran las miradas sobre su dudosa continuidad. De hecho, muchos barones del partido ya consideran a Inés Arrimadas como el revulsivo que ahora necesitan. Para Albert Rivera, quien ayer dejó su futuro en manos de los militantes, la atención se diluye después de unas votaciones que han demostrado la poca eficacia de sus estrategias electorales, entre las que destacan su viraje a la derecha, sus intentos por hacer una moción de censura a Quim Torra o levantar el veto al PSOE. A la desesperada.

Quienes jugaban a consolidarse como alternativa y convertirse en la fuerza que sustituyera a la derecha tradicional, ahora solo pueden conformarse con ser formación bisagra y ganar notoriedad a base de pactar a dos bandas para rentabilizar su gestión. Es el segundo retroceso más grande de la historia, después de UCD en 1982 que pasó de 168 a 11. Han caído al precipicio que tanto temían y el hundimiento ha sido patente en todas las comunidades autónomas, incluso en sus principales bastiones. Los focos se apagan y ahora solo les queda superar la hecatombe y volver a la casilla de salida.

* Periodista