Ya no está. La última inscripción conmemorativa que citaba directamente al dictador militar en Córdoba ha sido convertida en escombros. No hizo falta que se retirara para su conservación patrimonial, no hicieron falta votaciones en el pleno, ni debates agotadores en la prensa. Una máquina lo redujo a polvo (fascista). Y aunque yo creo que son oportunidades perdidas para reivindicar y dar la vuelta a la historia, desde el arte y el humor, no está mal que por una vez una máquina aplaste el nombre del dictador y queden sus trozos repartidos en alguna escombrera (aunque preferiría cuneta).

Una gran placa cuadrada labrada en piedra caliza, de más de un metro de lado jalonaba la entrada triunfal a nuestra ciudad, en el Pabellón de la Juventud diciendo: «Fue inaugurada el 18 de abril de 1965, año en que se cumplen los veinticinco años de paz que debemos al caudillo de España, Francisco Franco Bahamonde».

Desapareció el Pabellón de laJjuventud y con él la ultima cita escrita de la triste historia del franquismo en Córdoba. La piedra lo soporta todo, mientras dura.

Resulta curioso que este gobierno municipal, que pasará a la historia por haber renombrado un barrio con el nombre de un fascista por primera vez en democracia, haya dejado caer así las últimas referencias al dictador. Poco atentos han estado sus socios de ultraderecha, siempre sensibles a estas perdidas trágicas.

Pero también podemos sentir alegría porque por fin el barrio del Sector Sur podrá contar con una dotación deportiva y lúdica acorde a sus necesidades. Ojalá pronto nuestros mayores del barrio puedan nadar en su piscina sin tener que desplazarse diariamente a Vistalegre cada mañana, y la gente del barrio pueda empezar a sentirse parte de esta ciudad, y no el otro lado del río. Ojalá que sea pública y municipal, que sepa responder a la realidad y riqueza de su entorno, y no sea un mero negocio privado cuyo único fin es el beneficio económico, que no el social.

De los últimos 18 años de abandono y desidia institucional sobre este espacio tan necesario para un barrio humilde y de gente trabajadora, tan solo me quedo con aquella primavera del 2009, cuando un grupo de colectivos sociales decidieron movilizarse y recuperar este espacio para las vecinas y vecinos. Durante los pocos meses de esta lucha por la dignidad de un barrio, decenas de actividades de todo tipo organizadas por una asamblea abierta al barrio devolvieron la vida y el pulso a este espacio que se conoció como Pabellón Sur. No sé yo si estaré en lo cierto, pero ver el nombre de Franco en ese muro mientras los colectivos sociales recuperaban el espacio desde la desobediencia civil me parecía una buena lección de vida, del cambio posible.

* Profesor titular de Historia del Arte UCO