Lo peor de padecer una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras». Esa es una de las muchas frases que se oyen en la magistral película Joker, estrenada hace unas semanas. He pensado mucho en ella estos días. No sé si es por la situación que sufre Barcelona, que cada día se parece más a Gotham City, o el hecho de que el mundo cada vez me parece más cruel. Lo cierto es que las personas a las que les toca sufrir alguna enfermedad crónica, sea mental o física, son maltratadas por la sociedad, invisibilizadas y a menudo despreciadas. Ansiedad, endometriosis, epilepsia o trastornos alimenticios. Hay muchas enfermedades que incomodan. Luego hay enfermedades visibles e invisibles. Podríamos decir que la diabetes es una enfermedad invisible e infravalorada. Es muy complicado vivir con diabetes. Precisamente porque el mundo lo considera una enfermedad menor, se hace difícil convivir con ella. Poca información y la falsa creencia de que un diabético no puede tomar azúcar y que si le falta solo tiene que chutarse un poco de insulina. Nada más alejado de la realidad. La diabetes afecta al estado emocional, a las relaciones sociales que muchas veces van acompañadas con comidas y cenas y también afecta a la sexualidad. Pero lo peor es que te traten como si lo tuyo fuera una chorrada. Hace unos días, con mi amiga Ares Teixidó, diagnosticada de diabetes tipo 1 hace ya un año, nos enfrentamos con el dueño de un bar que le negó una coca-cola porque el local estaba cerrado. Estábamos en Andorra, en medio de la montaña, sin ningún otro bar cerca. Ares no calculó bien el tema y casi se nos desmaya. Intentamos hacerle entender al caballero que si no nos daba la maldita coca-cola podía morir. El tipo nos mirada como si estuviéramos locas. Suerte que las dos tenemos carácter y al grito de ¡hipoglucemia! conseguimos un par de azucarillos. Y la pregunta es: ¿por qué la falta de humanidad no está diagnosticada como enfermedad mental?

* Periodista