Mario Draghi tendrá un puesto prominente en los manuales de historia europea. Y también un lugar reservado en el panteón de los grandes líderes que construyeron la Europa moderna. El último día de este mes dejará la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). Lo hará en medio de homenajes al más alto nivel. El primero el próximo lunes, con la presencia, entre otros, de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, Emmanuel Macron. A ese homenaje seguirán otros. Les aseguro que esto no es habitual en cargos como el suyo.

¿Cuáles han sido los 'milagros' que le hacen merecedor de esta especie de canonización laica? Fundamentalmente, tres.

El primero fue salvar al euro de una más que probable quiebra en julio de 2012. En ese momento los gobiernos de países como España, Portugal e Italia tenían que pagar más de seis puntos por encima de lo que pagaba Alemania para que les prestasen dinero. Ese diferencial, conocido como “prima de la deuda”, era la medida de la falta de confianza de los prestamistas en la continuidad del euro. No es posible sostener una moneda única entre países que tienen que pagar diferenciales tan elevados.

Bajo la presidencia del francés Jean-Claude Trichet, los prestamistas no estaban seguros de si el BCE saldría o no en ayuda de los países amenazados de quiebra. Por eso especulaban contra ellos, ganando buenas cantidades. Después de su llegada, el 31 de octubre de 2011, Draghi mostró una actitud más decidida, que culminó con su famosa sentencia de julio de 2012 en Londres hablando delante de prestamistas: “whatever it takes”, ("haré todo lo necesario para salvar el euro").

Con esa frase, corta pero contundente, Draghi les vino a decir a los prestamistas que estaban especulando contra la deuda de países como España: “Como sigáis por ese camino, el BCE va a intervenir en el mercado comprando deuda de esos países y metiéndoos pérdidas que no olvidaréis en toda vuestra vida”. Los especuladores le creyeron. Y, sin que el BCE tuviese que hacer nada más, la prima de la deuda de países como España comenzó a disminuir como por ensalmo.

El segundo milagro fue sacar a la economía europea de la segunda recesión en la que había entrado como consecuencia de la política de austeridad fiscal y de recorte de gastos sociales impuesto en el 2010 por la Comisión Europea. Para impulsar el crédito, el consumo, la inversión, el crecimiento y el empleo, Draghi bajó los tipos de interés de los préstamos del BCE hasta niveles antes nunca vistos, llegando a tipos negativos. Es decir, a tener que pagar, en vez de cobrar por el dinero que tienes en el banco. Y a la vez inyectó liquidez, es decir, de dinero nuevo, en la economía de los países de euro por valor de más de 2,6 billones de euros. Lo hizo mediante la compra de deuda de empresas privadas y de los gobiernos de países. Les compró la deuda, y a cambio les dio dinero fresco.

Al comportarse de esa forma, el BCE comenzó a actuar como un verdadero banco central. Es decir, como un banco con voluntad para actuar como un banco de sangre dispuesto a hacer transfusiones al cuerpo económico cuando se está desangrando. Eso es lo que aprendimos en la Gran Depresión, que los bancos centrales tienen que actuar como “prestamista de último recurso". Hasta la llegada de Draghi el BCE había sido como un banco de sangre gestionado por miembros de una religión económica que les prohibía hacer transfusiones. Draghi hizo que el BCE cambiase de religión monetaria.

Como resultado de todo lo anterior, el tercer milagro de Draghi ha sido convertir al BCE en la primera institución europea que representa un verdadero interés general europeo, más allá de los intereses de cada país. El BCE habla y actúa ahora en nombre de los ciudadanos del área del euro, no de un país concreto. Un logro extraordinario teniendo en cuenta las dificultades y obstáculos legales y políticos que pusieron los países germánicos en estos ocho años.

A pesar de las críticas públicas, algo inusual en este tipo de instituciones, que algunos miembros del propio consejo de gobierno han expresado en estas últimas semanas hacia la decisión de mantener su política monetaria expansiva, Draghi se despidió este jueves defendiendo esa política para evitar que la economía del euro vuelva a caer en una tercera recesión. Y lo hizo a su estilo, dejando otra sentencia que define su legado político: “never give up”, ("no rendirme nunca"). Posiblemente es también el consejo que quiere dar a su sucesora, la francesa Christine Lagarde.

* Catedrático de Política Económica (UB)