Soy Amelia Sanchis Vidal, profesora de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad de Córdoba y voy a contarles un cuento.

Durante un tiempo recaía sobre mis hombros toda la docencia del área a la que pertenezco, ya saben, la vida y sus vicisitudes. Debido a una operación quirúrgica y a las pertinentes pruebas médicas posteriores tuve que organizarme para que el alumnado no quedara perjudicado por esta situación, porque la otra profesora también estaba de baja. Lo sabían los responsables institucionales, y nada preguntaron. Así que, realicé una propuesta clara al Departamento y al Rectorado: que se abra la bolsa de trabajo del área o que se adscriba la asignatura «Derecho y Libertad religiosa» a Derecho Constitucional, como ya había ocurrido antes. De esa forma el alumnado recibiría sus clases y el profesorado las impartiría según la normativa vigente. Una Universidad enseña teoría y práctica. También ética aplicada, es decir, ir un paso más allá de la justicia, a lo Agnes Heller.

Resulta, y aquí viene lo sorprendente, que en vez de elegir el camino más claro y diáfano se esforzaron en entrar por el camino angosto y estrecho, en un irónico paralelismo con la religiosidad denunciada en La Puerta estrecha de Gide. El caso es que han adscrito a un profesor de Derecho privado a Derecho Eclesiástico que, por lo visto, sentía el deseo de impartir clases en Derecho público. Fíjate, tantos años en Eclesiástico y sin ver la relación entre la ley y el deseo; cada vez nos parecemos más a mi adorado Almodóvar. Como dijo Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, Doctora de la Iglesia: «Más lágrimas se derraman por las plegarias respondidas que por las no respondidas».

Con la solución adoptada, la cuestión incontestable es que han desvestido a Derecho Civil para vestir a Derecho Eclesiástico, sin haberlo solicitado. Y no tendría nada más que añadir por ahora, salvo el pequeño, nimio, párvulo, detalle, de que existe una Instrucción Técnica que regula el cambio de área de conocimiento del personal docente e investigador, elaborado por la UCO, y modificado el 05/03/2018, donde especifica que: a los efectos del cambio de adscripción constará que no implica la contratación de nuevo profesorado. Ahí queda la norma, a la espera de su aplicación. Es lo que tiene leer sin afinidades electivas, para eso hay que ser prior y yo no puedo.

A estas alturas del cuento, me pregunto: ¿qué papel me tienen reservado los órganos colegiados que han permitido que se llegue hasta aquí? Espero que sea el de servidora pública; si el profesorado tiene pasión, el alumnado se contagiará de ella. Por el contrario, me costaría adentrarme en un distópico cuento, a lo Margaret Atwood, donde la criada sumisa solo pueda acatar lo que otros deciden por ella; no quisiera que el alumnado aprenda la obediencia ciega.

Mientras, de fondo, suena Vivaldi. Todos miran arrobados al techo, esperanzados en que el tiempo remedie lo irremediable; pero eso, solo pasa en los cuentos.

* Profesora de la UCO