A los pocos días de ocurrir, leí la noticia de que mi amigo y hermano en la Fe había sufrido una cornada el pasado 14 de septiembre en la Plaza de Toros de Valladolid. Conocí por tu familia cómo te encontrabas y la situación tan delicada por la que estabas pasando y de la que aún hoy te recuperas. Espero pronto verte por Córdoba y darte un abrazo.

Pero no quiero que esta historia se quede como la de tantos cordobeses guardada en la memoria de la familia o en un cajón, quiero hacer pública tu historia y decir a los cuatro vientos que mi amigo Rafael Casado Ruiz es un hombre cabal, vamos, del Campo de la Verdad, con dos pasiones: la Tauromaquia y las Cofradías. Eligió para la primera el origen de ella, el de caballero lanzeador, por eso quiso ser picador y por eso estaba ayudando a ellos y sus caballos aunque no llevara castoreño y chaquetilla bordada en oro. Para la segunda pasión eligió el costal y con traje negro paseaba a la Madre por las calles de Córdoba ya tuviera el nombre de Rocío y Lágrimas, Buen Fin o Fuensanta.

Pero este año, en el día de la Cruz, cuando en tu tierra se celebraba la Magna Nazarena, cuando tu Cristo del Descendimiento cruzaba una vez más el puente Romano, fue cuando te llego la Gloria en Valladolid con una gran faena a dos toros: el primero en el ruedo, profesional y valiente como siempre, por eso te cogió, y al segundo toro en el hospital, como quería hacerte daño esa bacteria, cuantos días de angustia y preocupación para la familia y los amigos, pero siempre estuvo contigo la Madre, y falta muy poco para que regreses a tu Córdoba. Hoy podemos decir que mi amigo Rafael Casado ha realizado la faena de su vida y ha salido por la Puerta Grande, aunque sea vestido de monosabio.

* Hermano del Descendimiento