La situación actual de las mal llamadas «tres derechas» -pues Vox es ultraderecha pura- me recuerda la visión que el rey Nabucodonosor tuvo y que nadie, salvo el profeta Daniel, supo interpretar. El texto, que aparece en el libro de Daniel (cap. 2) dice así: «Tú, rey, viste una visión: una estatua majestuosa, una estatua gigantesca y de un brillo extraordinario; su aspecto era impresionante. Tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. En tu visión una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. Más adelante, el profeta concluye: «Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede alear el hierro con el barro».

Para llegar al poder, El PP, a las claras, y Cs, hipócritamente, como el que tira la piedra y esconde la mano, han pactado con Vox. Como andaluz que soy, me duele ciertamente que esto haya tenido su comienzo en Andalucía y que el PP, además, alardee con este paso de su gran capacidad para hacer pactos.

Según el diccionario de María Moliner «pactar» es «contemporizar o transigir, renunciar al sostenimiento de cierta actitud opuesta a la de otros, aviniéndose a hacer concesiones». Y me pregunto qué concesiones estarán dispuestos a hacer y a qué precio, pues Vox, en su ideario de 100 puntos, defiende entre otras medidas las siguientes: «Suspender la autonomía catalana (punto 1), acabar con el estado de las autonomías (p. 2), derogar la Ley de Memoria Histórica (p. 9), suprimir el Concierto Vasco y el Convenio Navarro (p. 10); deportar a los inmigrantes ilegales a sus países de origen (p. 14), suspender el espacio Schengen (p. 33), suprimir en la sanidad pública las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud (cambio de género, aborto...) (p. 56), eliminar el acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales (p. 59), derogar la ley de violencia de género (p. 70), acabar con las subvenciones públicas a partidos políticos y sus fundaciones, sindicatos, patronales y organizaciones de proselitismo ideológico (p. 82) -por cierto que Vox no ha renunciado a esto y ha aceptado ya las subvenciones- y, por último, impulsar en Bruselas un nuevo tratado europeo, en la línea que defienden los países del grupo de Visegrado en cuanto a fronteras, soberanía nacional y respeto por los valores de la cultura europea» (p. 96).

Son algunas de las 100 perlas de un programa que va en muchas de ellas abiertamente en contra de lo establecido por nuestra ya no tan joven democracia. ¿Con cuáles tendrán que transigir PP y Cs a precio de conquistar y mantenerse en el poder? ¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar?

Lo que está en juego ahora no es ya el poder o la gobernabilidad, sino la democracia. Y hacerse compañeros de camino de un partido como este, que tiene la clave de la gobernabilidad en ayuntamientos y comunidades autónomas, es ir poniendo poco a poco trabas a la democracia, hasta que esta se asfixie.

Los efectos de este pacto ya son visibles: PP y Cs han normalizado la imagen de Vox, cuyo lenguaje ha contaminado el ideario ideológico del resto de partidos, sometiendo a la ciudadanía a oír sus postulados como la solución -simplista, por cierto- de los grandes problemas del país. Se ha dejado campo libre y expedito a una ideología que nos retrotrae a tiempos del franquismo e incluso a antes del nacimiento de la Unión Europea. La consecuencia es que ya parece normal hacer pactos con quien pretendidamente mina los cimientos de nuestra ahora -por algunos- tan denostada democracia.

No hay que hacerse ilusiones. Tiempo al tiempo. Una gobernanza fundamentada sobre esta base supone un serio deterioro y devaluación de nuestro bagaje democrático ya consolidado y, como la estatua de Nabucodonosor, tiene los pies de barro.

* Catedrático de Filología Griega