A caba de alzarse el telón de los actos organizados en el convento de Santa Marta de Córdoba, con motivo del XVI Centenario de la muerte de san Jerónimo, fundador de la Orden de los Jerónimos y de las religiosas jerónimas. El pasado viernes comenzaba un solemne triduo, presidido por el padre Francisco de Andrés, religioso jerónimo, y, hoy, a la una y media de la tarde, tendrá lugar el pregón anunciador de dicho centenario, que tengo el honor de pronunciar, en la iglesia conventual de Santa Marta, oasis de espiritualidad desde el año 1461, cuando se funda bajo la protección de los condes de Cabra y de la familia Cárdenas. Santa Marta no es un convento más, anclado en la historia de los conventos de clausura, conocido por su famoso claustro del Cinamomo, árbol que lo adorna y lo engrandece con su sencillez y con su belleza. Santa Marta, en su esencia más viva, es una comunidad de monjas jerónimas, consagradas al Señor, que han mantenido a lo largo de los siglos la antorcha de la fe, columna permanente de plegarias encendidas. Contemplar a san Jerónimo es ensimismarnos con una de las grandes figuras de la Iglesia, reconocido siempre como un hombre elegido por Dios para explicar la Biblia. Y, por eso, fue nombrado patrono de todos los que se dedican «a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras». Jerónimo fue un orante, un buscador incansable de la verdad, Padre de monjes, doctor máximo, lector riguroso y, por tanto, crítico implacable, que plasmó en su vida el significado de su nombre. Porque Jerónimo quiere decir «el que tiene un nombre sagrado (jero: sagrado; nomos, nombre). Quiero recoger en mi pregón un decálogo de sus grandes enseñanzas, entre ellas, una de sus frases más famosas: «Ignorar las santas escrituras es ignorar al mismo Cristo». Y en la última parte, los cinco mensajes que nos transmite este Padre de la Iglesia para este momento de la historia. Primer mensaje: el mundo de hoy necesita santos como san Jerónimo, audaces, orantes, penitentes, «traductores de la palabra de Dios al lenguaje moderno». San Jerónimo es el patrón de los traductores. Segundo mensaje: san Jerónimo fue una «vocación tardía». Recibió el bautismo a los 20 años. Y hasta los 40 años no fue ordenado sacerdote. Después fue recorriendo varios caminos hasta encontrar su verdadera vocación en una gruta de Belén. La vida nos exige «buscar, buscar siempre», y «no detenernos nunca». Tercer mensaje: san Jerónimo se siente pecador, siente sus pecados y, por eso, busca el silencio del desierto donde pasa una buena temporada. Cuarto mensaje: el consejo que hoy nos daría a todos nosotros san Jerónimo. Nos diría lo mismo que le decía a sus devotos que le acompañaron en su vida: «Amad las Sagradas Escrituras. Y así conoceréis sus secretos más importantes». Guardemos estas palabras de san Jerónimo, en nuestro corazón. Y no las olvidemos jamás. Y el quinto mensaje, «estudiar, meditar y escribir», tres hermosas tareas que condensan su vida. Finaliza mi pregón con las bellas palabras que las monjas jerónimas dirigen a su fundador: «Exulten de gozo las voces corales, sus sobrios acentos resuenen a gloria, honrando a Jerónimo con himnos triunfales, que en día tan grande colmó su victoria».

* Sacerdote y periodista