El independentismo catalán acumula con el paso del tiempo gran desafección y rechazo. Las disputas entre sus banderías crecen de tal manera que casi no parece necesario que las largas manos y el susurro de Madrid azuce. Está bastante aislado y en conflicto ininterrumpido. Pero continúa siendo muy fuerte, y robusta es la masa que le sigue. Así, viene trabajando con ahínco desde hace meses en el objetivo de que las penas que caigan sobre los enjuiciados del procés le ayuden a reagruparse de nuevo y las movilizaciones, al grito de amnistía, acaben por empastar el frente agrietado.

Pero no contaban con que las fuerzas de seguridad, fiscales y jueces no dejan de hacer su trabajo y escrutan sus movimientos sospechosos. Así ha caído un grupo jerarquizado de radicales que acumulaba material para la fabricación de explosivos y se disponía a atentar en fechas próximas. La reacción de Torra, la CUP y los mas airados ha sido inmediata: niegan las pruebas que aporta la Guardia Civil y rechazan el auto del juez que manda a la cárcel al grupo detenidos por tratarse de una nueva «organización que busca la independencia de Cataluña por vías violentas, y les imputa los delitos de integración de en grupo terrorista, tenencia de explosivos y conspiración para acometer estragos», leemos en El País. Se equivocan gravemente por numerosas razones. Me que quedo con dos: la persona que dirige en ultima instancia a la Guardia Civil, el ministro del Interior Grande-Marlaska, es de profesión juez escrupuloso que conoce como pocos el mundo del terror y la secesión violenta. No va a ordenar unas detenciones tan llamativas sin pruebas claras y determinantes. Además, el juez del número 6 de la Audiencia Nacional, García Castellón, es un veterano de la judicatura que puede decirse que ha dedicado toda su vida a tratar desde el juzgado con esta ralea que algunos llaman revolucionarios. La segunda hay que buscarla en el corazón encogido de tantos miles de catalanistas e independentistas pacíficos que al ver y leer las noticias habrán pensado: «No, esto no. Esto no puede continuar con bombas».

Porque el tan cacareado movimiento pacífico, y aún festivo, con el que han querido revestir el movimiento separatista catalán se viene abajo con estrépito al descubrir la Guardia Civil este episodio tan preocupante. Torra y sus entornos, al negar la veracidad de los hechos imputados y la actuación policial, han tomado el camino menos indicado para impedir que las detenciones terminen convirtiéndose en la cuba de agua hirviendo que achicharre el relato por excelencia de su movimiento. Ya Pujol se desmarcó en su tiempo de Terra Lliure y otros movimientos separatistas violentos. Deberían haberlo tenido en cuenta. Si no se despegan con rapidez de esos bárbaros, se unirá con facilidad separatismo y violencia y se les caerá el artificioso montaje con mayor dolor aún del que hasta ahora han producido.

* Periodista