A l parecer, hemos entrado en una nueva era, como clara consecuencia de la posmodernidad: «Pensar con los pies». Lo estamos viendo claramente. La política se ha convertido en un juego de póquer, donde lo que importa es la estrategia y no la realidad. ¿Los problemas? Son lo de menos. Lo de más, lo más importante, es estudiar bien al adversario para lograr someterle a nuestras propuestas o nuestros caprichos. Y los programas de los partidos han sido superados por los últimos tuits. Pero ¿qué época es esta en la que todo parece estar embarrado, todo oscuro, todo incierto? Sencillamente, que hemos comenzado a «pensar con los pies». Hace unas cuantas décadas, muchos creían que el proyecto moderno había fracasado y una nueva cultura llamada «posmodernidad» estaba ocupando su lugar. En la actualidad asistimos a un declive del ímpetu inicial de la «posmodernidad» y -dado su vacío ideológico y ético- ya no parece previsible que llegue a producir una época cultural nueva y original. Es significativo que incluso uno de los representantes más conocidos de la posmodernidad, Vattimo, haya llegado a decir que «el pensamiento débil está pasado». Fue «el adecuado para los años setenta y ochenta», pero «hoy no es así». Ahora, «lo procedente es prestar atención a lo religioso, a una religiosidad muy sobria y seca». Quizás un indicio del declive de lo posmoderno es que ni siquiera ha llegado a tener un nombre propio, al estilo de Renacimiento, Reforma o Ilustración, porque salta a la vista que posmodernidad es solo un término «de búsqueda». Quizás su principal aportación haya consistido en introducir algunos correctivos a la modernidad. Luis González-Carvajal, doctor en Teología, publicó hace ya varios años un libro titulado Luces y sombras de la cultura actual, dedicado a la «modernidad clásica» y a la «modernidad tardía», afirmando que no debemos dar por concluida la evolución. Debemos seguir caminando y revisando constantemente el camino que seguimos. Eso es lo que Ortega y Gasset llamaba «pensar con los pies».

* Sacerdote y periodista