Cuando viajo por Europa y sobre todo a EEUU me extraña sobremanera -y echo de menos su ausencia- que ni en hoteles ni en los domic¡lios de amistades, cuenta el cuarto de baño con un elemento, al menos para mí, imprescindible: el bidé. Según el diccionario de la RAE. es «aparato sanitario con forma de recipiente, ovalado y bajo, que recibe el agua de un grifo y sobre el que se sienta una persona para su higiene intima».

Su origen no está definitivamente aclarado, aunque algunas opiniones localizan su aparición a finales del siglo XVII en Francia y como iniciadores, los fabricantes de muebles de aquel país. Su aplicación parece ser que estaba destinada a aliviar las molestias, originadas al cabalgar, que sufrían los jinetes. También se atribuye su invención a Christophe des Rosiers, que instaló uno de estos aparatos para la familia real francesa a principios del XVIII. Su nombre deriva del de un poni francés o del verbo trotar, precisamente por la posición que hay que adoptar para su uso.

Inicialmente el aparato era una jofaina sin patas que se usaba en el dormitorio y su uso estaba relacionado con la higiene para antes y después de las relaciones sexuales e incluso para la realización de lavajes contraconceptivos.

Algunos autores señalan la primera referencia escrita sobre el bidé en Italia en 1726. Otros lo mencionan por el hecho de que la marquesa de Prie -alto cargo en el gobierno de Luis XV- recibió en audiencia al marqués d´Argenson sentada en su bidé. La Pompadour disponía de un bidé de madera de haya en 1751 y, según parece, Napoleón -excelente estratega-era un usuario fiel, de tal manera que lo dejó en herencia a su hijo. Su preferencia contribuyó, sin duda, a que las clases burguesas adoptaran miméticamente el utensilio. Hacia 1750 se le había incorporado una perilla que proporcionaba un chorro de agua y su utilización pasó a formar parte del cuarto de baño, frente a la anterior ubicación en el dormitorio.

En España se hizo popular a partir de los años 60. Los países latinos, Francia, España, Italia y Portugal, junto con bastantes en Suramérica y en Asia somos los mayores usuarios. Repito que siempre me ha llamado la atención que en países europeos y también en EEUU -curiosamente el país mayor fabricante de bidés- no lo instalan habitualmente en domicilios y hoteles.

Lamentablemente, la moda de la eliminación del bidé está llegando a nuestro país. Según empresas fabricantes y distribuidoras, en los últimos cinco años las ventas han disminuido un 50 o 60 por ciento. Las razones que he escuchado a arquitectos y ciudadanos no se sostienen: liberación de espacio, ahorro económico, ¿antihigiénico?, anticuado y, fundamentalmente, que no se utiliza. Es cierto que su uso no es sustitutivo de la ducha para la limpieza personal, pero sí es fundamental como complemento del papel higiénico, aunque sea solo necesario una o dos veces al día. De todas formas, hay quien lo utiliza para limpieza de pies, para baños de asiento y también para lavar calcetines, revistero o para refrescar cervezas. En la India se usa incluso para enjuagar el arroz.

Son de porcelana o loza y deseablemente con material antibacteriano. Los hay hasta con tapa, bisagra y candado para el uso exclusivo. El grupo catalán La Trinca le dedicó una jocosa canción, en 1983, que tituló El Marqués de Bidet. Y algunos escultores lo han contemplado como obra de arte, tal como hizo Marcel Duchamp, que presentó un urinario y lo tituló Fuente, en 1917, en una exposición en Nueva York.

En EEUU -y ahora empiezo a verlo en España- se está utilizando un sucedáneo consistente en una pequeña duchita conectada al latiguillo de entrada de agua al inodoro que ejerce la función. A mi entender, su uso es mucho más incómodo que el genuino bidé.

No sé si en poco tiempo se impondrán los inodoros electrónicos inteligentes, que ya funcionan en Japón, cuyos botones y sensores integran calefacción, chorros de agua con presión y temperatura ajustable incluso por voz, secado con aire templado, eliminación de olores y camuflaje de ruidos orgánicos, nebulizador automático, solución antibacteriana, función de enema, lavado masculino y femenino, sensores de proximidad para poner en marcha calefacción, emisión de perfume y música relajante, controles médicos e incluso conexión wifi por reconocimiento de la persona que se sienta. Pero mientras tanto hagamos un canto de agradecimiento al bidé y, desde luego, algunos lo seguiremos utilizando.

* Académico correspondiente RAC